A LOS PIES DE LOS TALIBANES

Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el día 18 de agosto de 2021

Por los derechos de las mujeres y las niñas de Afganistán

El régimen talibán ultraortodoxo que acaba de reponerse en Afganistán limitará las libertades fundamentales de las personas ya sean menores, jóvenes o adultos de ambos sexos, pero para las niñas y las mujeres afganas supondrá un retroceso de siglos y unas condiciones de vida intolerables. Ellas, por sus atributos sexuales femeninos, habrán de vestir el burka, esa cárcel de tela tupida, que les resta agilidad de movimientos, les dificulta la visión y las hace desaparecer como muestran las fotografías de la artista yemení Boushra Almutawakel.  Son ellas quienes no van a poder ir a la escuela ni a la universidad, no podrán trabajar fuera de casa, ni van a poder ocupar el espacio público, ni podrán reír, ni pintarse las uñas, ni escuchar música, ni tampoco podrán recibir atención médica. Ante esta situación, la comunidad internacional ha de recordar que, en la Cuarta Conferencia sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995, los gobiernos allí representados firmaron  su compromiso con «la igualdad de derechos y la dignidad humana inherente de mujeres y hombres, así como con los demás propósitos y principios reconocidos en la Carta de la Naciones Unidas, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con otros instrumentos internacionales de derechos humanos, en particular, la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación hacia las Mujeres y la Convención sobre los Derechos de Niñas y Niños así como la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo».

Sobre todo, conviene resaltar que este compromiso se asumió con la intención de hacerse realidad. Por eso mismo, desde la última década del siglo pasado hasta la actualidad, han sido varias las declaraciones y los textos internacionales que han persistido en defender la igualdad entre los dos sexos y en subrayar que los derechos de las mujeres y de las niñas son parte inalienable de los derechos humanos universales. Aun así, todavía habrá quienes, ante las imposiciones que el orden talibán patriarcal va a aplicar a las mujeres, se encogerán de hombros y las justificarán como meras costumbres arcaicas que hay que tolerar porque la diferencia cultural debe respetarse.  De hecho, el mismo Lévi- Strauss, padre de la antropología estructural y creador del relativismo cultural, admitía que la función del antropólogo no es la de mejorar la sociedad sino el conocimiento. Y en efecto, como categoría de análisis, el relativismo cultural analiza cualquier sistema de valores dentro de su propio contexto social y los da a todos por válidos.

Pero esta cuestión metodológica no es la que aquí interesa destacar. Lo crucial es tomar conciencia de la contradicción que se da al rechazar sin más cualquier superioridad de una cultura sobre otra. Cuando esto ocurre, se olvida que moralmente no se puede aceptar ninguna creencia o tradición que atente contra la libertad, la igualdad, la dignidad y la integridad de las personas. Si esto no se comprende, el retroceso en materia de derechos humanos es mayúsculo. En ese sentido, merece citarse la contribución de la antropóloga Margaret Mead quien, también en el siglo pasado, descubrió que lo que se considera masculino y femenino no es más que una invención cultural contingente. Por este motivo, de sus estudios de campo en Samoa, el feminismo recogió la idea de que la dicotomía entre hombres y mujeres no es algo natural, sino la visión interesada del grupo social que quiere dominar.

En realidad, la ideología es el conjunto de ideas, de imágenes y de valoraciones condicionado histórica y culturalmente que utiliza el grupo dominante para justificar su propio mundo. Y en estos momentos, en los que las mujeres afganas están expuestas a prácticas patriarcales atávicas, es preciso solidarizarse con ellas y defender que el elogio de la diferencia cultural es aquí un error teórico que legitima la opresión de las mujeres por parte de los hombres. Es cierto que la desesperación se extiende por todo Kabul y que la tragedia es común para mujeres y hombres. Pero ellas son más vulnerables al ser cautivas de un régimen fanático y ortodoxo que las infravalora y las empuja a la sumisión.  Como suele decirse, han quedado a los pies de los caballos. Motivo más que suficiente para levantar la voz e interpelar a la comunidad internacional a fin de que responda con prontitud ante esta injusticia. No podemos abandonarlas a su suerte, ni podemos dejarlas a los pies de los talibanes que de nuevo han pisoteado y aplastado sus derechos.

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