Desmontando a Rousseau

publicado en: feminismo, filosofía | 0

Maurice Quentin de La Tour [Public domain], via Wikimedia Commons

Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el día 26/03/2018.

Hace unos días saltó a la palestra el Breve decálogo de ideas para una escuela feminista de Yera Moreno y Melani Penna que publicó la revista «TE». En este documento las autoras proponen no estudiar y eliminar de los libros de texto a filósofos como Rousseau, Kant y Nietzsche, debido a su reconocida misoginia. Adelanto ya que la medida no me parece correcta, sobre todo porque la comprensión de las ideas de estos filósofos supone tener capacidad para situarlas en la historia de un problema filosófico en particular y en el desarrollo de la historia general del pensamiento. Entenderlos conlleva comprender el tipo de problemas en que estaban interesados y también ser capaces de responder a tales cuestiones, aunque no necesariamente de la manera en la que lo hubieran aprobado.

 

Tomemos como ejemplo a Rousseau y las ideas que expone en el libro V del Emilio o de la educación (1762), donde trata la formación que debe recibir Sofía y, por extensión, todas las mujeres. El filósofo que había defendido la igualdad de los hombres, entendía a las mujeres como complemento de la naturaleza masculina. En esa línea, afirma que la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres a quienes deben agradar, consolar, serles útiles, educar a los hijos y cuidar de los ancianos. En esta lista se reúnen los deberes de las mujeres para con los hombres, que pueden resumirse en la obligación de estar al servicio de la utilidad masculina y en hacerles la vida agradable en todo momento. Por este motivo, el programa de estudios de Sofía se limita a aprender lo básico de la lectura, la escritura y el cálculo con el fin de que pueda llevar adelante la economía casera. De hecho, Rousseau considera que las mujeres no tienen talento y califica sus labores de insignificantes. Es más, la biblioteca de Sofía solo debía contener dos libros: Las aventuras de Telémaco,  de François Fénelon y Las cuentas hechas de Bertrand-François Barrème. Esta precariedad lectora se debía a que su instrucción no exigía ni literatura, ni historia. Y en cuanto a la religión, señalaba que la mujer como hija debía profesar la de su madre y al casarse debía tomar la de su marido. En suma, superficialidad y poca profundidad eran las características propias de las mujeres. Desde luego semejantes despropósitos no se se sostienen en la actualidad y parece que él mismo pudo atisbarlos en su escrito póstumo Emilio y Sofía, o los solitarios (1781) donde intuía el fracaso de esa unión entre desiguales o matrimonio de antagonistas.

En Rousseau todas sus ideas sobre las mujeres son en parte reflejo de sus experiencias sentimentales con Mme. de Warens, a quien llamaba Maman, y Mme. D’Houdedot a quien conoció cuando se hallaba escribiendo su novela epistolar amorosa Julie o la Nouvelle Héloïse (1761). Pero con quien estableció la relación más duradera y estable no fue con ninguna de ellas sino con Thèrése Levasseur, una lavandera iletrada que le sirvió y cuidó pacientemente. Se la describe como un ama de casa estúpida y chismosa, que tuvo que lidiar con el carácter difícil del filósofo. Fue con ella con la que se casó en edad avanzada y con la que tuvo cinco hijos, que no fueron reconocidos y que terminaron en la inclusa. Así cuando el filósofo racionaliza el abandono de sus hijos, lo hace apelando a que no hubiera podido mantenerlos y que las preocupaciones domésticas hubieran sido tantas que hubiera tenido que escribir solo para mantenerlos o bien suplicar algún empleo de poca monta. Para librarse de ese infortunio decide que sea el Estado, como aconsejaba Platón, el que cuide de sus hijos. De este modo, el egoísmo en el que había de ser educado Emilio y el servilismo con el que tenía que ser educada Sofía, se reproduce en la relación que Rousseau y Thèrése Levasseur mantuvieron en vida.

Rousseau está en el punto de mira del feminismo y despierta hostilidades por haber escrito el primer tratado de pedagogía moderna donde presenta un tipo de educación discriminatoria, que naturaliza una organización patriarcal en la que las mujeres deben someterse a los hombres. Ese supuesto orden natural que antepone el hombre a la mujer y la convierte en un instrumento para su utilidad, es un proceso artificial fruto de una socialización sexista que se sustenta en la separación de lo público y lo privado. El ámbito privado, dedicado a las necesidades básicas de mantenimiento de la vida y reproducción, es asignado a las mujeres, mientras que el ámbito público, donde se desarrolla la economía, la política y la sociedad en general, es propio de los hombres. Esta diferenciación de espacios hace que los hombres tengan resueltas sus necesidades básicas y puedan dedicarse a su promoción profesional y disfrutar de ocio y libertad. Esto ocurre todavía en las actuales sociedades liberales donde las mujeres, consideradas como iguales a los varones, siguen en su mayoría ocupándose del hogar y de resolver problemas de intendencia diaria. Desde esta perspectiva Carole Pateman analizó la teoría de El contrato social publicado por Rousseau en 1762. La autora de El contrato sexual (1988) afirma que el nuevo orden social, civil y político, surgido a finales del siglo XVIII, se forja de un hipotético pacto original entre varones blancos, libres e iguales que asignan la casa como el lugar donde deben permanecer las mujeres a su servicio. Este tipo de contrato implícito, de influencia rousseauniana, marca la diferencia sexual y es el detonante de la brecha salarial, del techo de cristal, del acoso, de la violencia de género y de la falta de reconocimiento hacia las mujeres.

Ver video en Vimeo: Cristina Lucas présente ‘La Liberté raisonnée’ au Jeu de Paume»

En este sentido, se entiende que Cristina Lucas, reconocida artista multidisplinar, autora del video La liberté Raisoneé (2009), donde da vida a la obra de Delacroix La libertad guiando al pueblo (1830), muestre a la mujer abanderada masacrada por el pueblo que la sigue. Del mismo modo se comprende que, en una de sus performances, invitara a las las mujeres a pegarle con el bolso al busto de Jean Jacques Rousseau por haber contribuido de manera sexista a forjar la filosofía política en la que se basa la democracia moderna. Pese a todo, opino que es una simplificación excesiva eliminar a Rousseau, Kant y Nietzsche de los planes de estudio. Si el criterio es el sexismo y el machismo, no salvaríamos a nadie porque las relaciones sociales se han construido históricamente desde la desigualdad entre los sexos, donde las mujeres fueron borradas del ámbito público y situadas en un lugar de no-relevancia. Por eso mismo más que censurar, sería mejor añadir aquellas voces que refutaron el concepto sesgado de igualdad que trasmitió la Ilustración, como por ejemplo Olympe de Gouges en su época y la misma Carole Pateman en la actualidad. Por todo ello considero que explicar la filosofía de Rousseau, junto a sus consideraciones sexistas en un presente que las considera inaceptables, forma parte de la función pedagógica del feminismo aplicado a las aulas. No está de más recordar que el pensamiento se construye desde el presente y que, en la voluntad de comprenderlo y de proyectarnos en el futuro de manera racional, volvemos la vista hacia el pasado. Esto es así porque cuando buscamos el sentido de los hechos que nos rodean, recurrimos al proceso de gestación del presente e investigamos el pasado. De tal manera que estos pensadores pueden ayudarnos a entender la pervivencia del patriarcado en el siglo XXI y, a la vez, ayudarnos a saber qué no queremos repetir para conseguir una ciudadanía inclusiva que considere a las mujeres en la plenitud de sus derechos y libertades civiles.

 

Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género Purificación Escribano
Universitat Jaume I
Castelló

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