Hacerse eco

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Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el día 11/12/2018.

Los últimos días de diciembre se utilizan a menudo para recapitular los sucesos acaecidos durante el año. Suele ser un buen momento para rememorar un dato, un hecho o una información que se considera relevante difundir. En esa línea quiero recordar el legado de Carmen Alborch que no cejó nunca en su empeño de hacer avanzar el feminismo en el campo académico, político y cotidiano. Tres ámbitos entrelazados en los que su contribución tuvo una presencia memorable. La noticia de su óbito, que se produjo a finales del mes de octubre pasado, provocó de inmediato un recuerdo agradecido por hacer impulsado la causa común de las mujeres en beneficio de la sociedad entera. Entre quienes la conocieron bien, en la cercanía de la amistad, la gratitud les ayudó a pasar el duelo. Era un agradecimiento sincero e íntimo por haber compartido juntas la aspiración a conseguir una ciudadanía en igualdad. Ella misma, apenas unos pocos días antes, al recibir la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana en la celebración del 9 de octubre, dejó claro que ese sentimiento de gratitud era recíproco.

Aquel día sus palabras nos conmovieron al verla tan sonriente como siempre, sacando fuerzas de lo más recóndito de su ser, para seguir abogando hasta el último momento por la construcción de un mundo mejor. Orgullosa de la solidaridad entre mujeres, mencionó como palabras clave «lucha» y «esperanza» para recordarnos que cada vez se está más cerca de la meta en ese viaje contracorriente en el que tantas mujeres, conocidas y anónimas, le precedieron. Su agradecimiento incluía además de forma implícita, el reconocimiento a una voluntad política que había hecho suya la causa feminista promulgando la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y la Ley Orgánica 3/2007 para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres. Por sorpresa y a punto de acabar su intervención propuso que el feminismo, en tanto que había mejorado la calidad de vida de todos los ciudadanos y las ciudadanas, debía ser declarado Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad.

Es de esta propuesta suya de la que quiero hacerme eco para contribuir a su difusión y que así siga escuchándose su voz. De hecho el concepto de patrimonio en su sentido más amplio, el que se refiere al Patrimonio de la Humanidad, incluye el legado arquitectónico, artístico, popular y cultural de nuestros antepasados. Fue en la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO de 2003, cuando se presentaron cinco categorías a las que podrían acogerse las candidaturas que se propusieran. Estos cinco apartados son sufientemente amplios y flexibles y se corresponden con las tradiciones y expresiones orales; las artes del espectáculo; los usos sociales, rituales y actos festivos; los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo; y finalmente con las técnicas tradicionales artesanales. De esta forma se anima a la gobernanza mundial a que los respete y conserve en la memoria para asegurar su transferencia a las generaciones posteriores. El feminismo puede aspirar a estar dentro de la lista de bienes inmateriales culturales por entender los usos y costumbres de la vida comunitaria de forma igualitaria y por reafirmar la idea de una ciudadanía inclusiva que es estimada y compartida por gran parte de la humanidad.

Tanto en privado como en público, el feminismo se defiende y se practica cada vez más, a la par que se reconoce su vinculación con hechos significativos de la historia humana. Como fenómeno social y cultural está relacionado con la deconstrucción de una visión injusta de la sociedad, donde la desigualdad entre los sexos obedece a modelos patriarcales en los que el varón es el sujeto hegemónico y la mujer el sujeto subyugado. La descripción y el desvelamiento de tal desigualdad es ya de por sí beneficiosa porque muestra la situación de oprobio en la que, en mayor o menor medida, aún están viviendo las mujeres que son algo más de la mitad de la humanidad. Sin embargo el feminismo no se agota con dar a entender el techo de cristal o el efecto tijera que merman las oportunidades de promoción y reconocimiento profesional de las mujeres, ni se reduce a denunciar los diversos modos de violencia de género que sufren por medio de mutilaciones genitales, servidumbres por deudas, matrimonios forzosos, crímenes por honor o violaciones de guerra. El feminismo, como teoría crítica que aboga por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, contiene en gérmen la potencia transformadora para subvertir tales injusticias y crear un mundo mejor. En otras palabras, no se limita a ser la base epistemológica de un pensamiento emancipador sino que aspira a realizarse y llevarse a la práctica para el bienestar de la sociedad entera y, en ese sentido, aporta a la historia de la humanidad un avance político y ético que debe tenerse en cuenta para preservarnos de forma preventiva de los movimientos retrógados que acontencen o pueden llegar a acontecer.

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En tiempos de estancamiento y crisis económica, la mujeres como colectivo que ha conquistado derechos y libertades sirven de chivo expiatorio a la retórica política neofascista que en la actualidad emerge en Europa y en otros continentes. Ante la hostilidad que tales grupos reaccionarios muestran frente a una sociedad orientada hacia la igualdad de género, el feminismo necesita más cohesión que nunca. «!Ahí lo dejo!» Eso fue lo último que dijo Carmen Alborch después de proponer que el feminismo fuera considerado patrimonio inmaterial cultural de la humanidad. Lo dijo mirando a la clase política que allí le escuchaba para que recogiera el testigo. Luego sonrió de nuevo, dejó el estrado y volvió a sentarse junto al público asistente. Fue un mensaje breve pero contundente que impulsó via internet una campaña de recogida de firmas. Faltan pocos días para comenzar un año nuevo y he creído que no estaría de más retomar esta inciativa con el ánimo ilusionante que ella lo pronunció para que, emulando el efecto dominó en el que cada ficha tiene repercusión en la siguiente, sigamos reorganizándonos en conseguir una reacción en cadena que impida olvidar cuánto se ha conseguido y cuánto queda aún por lograr.

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