Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el 11 de septiembre de 2024
El reciente nombramiento de Isabel Perelló, primera mujer presidenta del Consejo General del Poder Judicial, se ha presentado como un hito. Y no es para menos. Hasta ahora, ninguna mujer había presidido el Poder Judicial en sus más de doscientos años de historia. Las noticias destacan su carácter dialogante, su profesionalidad y su adscripción a la Asociación de jueces y juezas por la democracia, de base progresista, que no le ha impedido ser votada por el sector conservador de este órgano. Con estas credenciales, la independencia y la igualdad entran de su mano en una esfera que ha estado bajo la sospecha de la parcialidad y la presión política. Se trata de una mujer con cuarenta años de experiencia en varias sedes judiciales y que en 1988 ascendió a la categoría judicial superior de magistrada. Todo ello, en su conjunto, dice mucho de una mayor sensibilidad social hacia la igualdad a fin de romper el techo de cristal, término que se refiere a la limitación del ascenso laboral de las mujeres por la dificultad en conciliar la vida familiar y profesional y por considerar, erróneamente, que las mujeres no están suficientemente preparadas para ocupar puestos de responsabilidad.
El primer motivo requiere medidas de conciliación laboral para poder desarrollar la corresponsabilidad en el reparto equitativo de las tareas domésticas, de crianza y de cuidados entre mujeres y hombres. El segundo motivo que considera que a las mujeres les falta formación necesaria para acceder a puestos de poder, no se sostiene de ninguna manera. En España las mujeres constituyen un porcentaje muy elevado en los diversos ámbitos del derecho y de la carrera judicial. En concreto, cuando la selección profesional se realiza a través de concurso público, mediante pruebas objetivas, son mayoría las mujeres que consiguen el trabajo. Es lo que ocurre no solo en la justicia, sino también en la docencia, la medicina y la administración. Sin embargo, cuando la selección personal no depende tanto de la preparación como de «un determinado perfil idóneo», las mujeres son desestimadas sistemáticamente porque la mayor parte del poder es masculino y tiende a perpetuarse como tal. Por este motivo, aunque todavía quede mucho por hacer, la elección e incorporación de una mujer a un puesto tan decisivo es un ejemplo de las primeras grietas que se observan en el llamado techo de cristal.
Al respecto, para seguir resquebrajándolo, no solo hacen falta tomar medidas políticas sino también educativas y de divulgación audiovisual. Ya en 2011, con el documental dirigido por Olivia Acosta, titulado «Las constituyentes», se visibilizó que la Constitución de 1978 tuvo no solo padres sino también madres. De este modo, se dio a conocer al público en general y a la población escolar que, junto a sus compañeros parlamentarios, 27 mujeres participaron en la Legislatura Constituyente que impulsó el cambio democrático. Aquellas 6 senadoras y 21 diputadas dejaron de estar silenciadas y pasaron a ser consideradas con el mérito que les correspondía. Con esa misma intención, pronto se presentará la serie creada en 2023 para RTVE por Patricia Ferreira y dirigida por Juana Macías y Polo Menárguez, titulada «Las abogadas». Está basada en hechos reales y refleja los retos y los obstáculos que sortearon Manuela Carmena, Cristina Almeida, Lola González y Francisca Sauquillo en el ejercicio profesional de la abogacía durante los primeros años de la democracia. La expectación es mucha por tratarse de un pasado reciente y por sacar de los márgenes a las mujeres juristas que fueron relevantes en la historia democrática de nuestro país. Una iniciativa bienvenida que además añade contexto al reciente nombramiento de Isabel Perelló como primera mujer que preside el Poder Judicial.