Descubrir cómo se ha construido una tradición a partir de hechos históricos y figuras simbólicas, puede realizarse a través del arte público contemporáneo en su vertiente mediadora y pedagógica. Con esa intención, la semana pasada, coincidiendo con la celebración de Nuestra Señora de los Desamparados, se expusieron diez balconeras vinculadas al proyecto de arte público, social y participativo realizado por el artista interdisciplinar Pedro Ruiz Roldán. Fueron diez las sábanas que se exhibieron desde varios edificios de la ciudad de Valencia con mensajes referidos a la realidad que viven las personas afectadas con problemas de salud mental. De hecho, su situación de exclusión, reclusión y ocultamiento fue el punto de partida de esta práctica artística colaborativa con las asociaciones AMBIT, ACOVA, MENSTOPIA, INTEGRAMENT, AMADEM y Xàbia Bella.
Es en el contexto de la festividad religiosa, donde se analiza el significado de una imagen que originariamente daba cobijo a enfermos, pobres, locos e inocentes en el hospital fundado por fray Joan Gilabert Jofre en 1409. Recordar la labor asistencial y humanitaria de aquel inicial “Hospital de Ignoscents, Folls e Orats”, conocido como el primer hospital psiquiátrico de Europa, es uno de los objetivos de este proyecto artístico que se apropia de los elementos folclóricos de la fiesta, como son las balconeras, para intervenir el espacio público. A fin de articular un discurso con impacto estético, el artista realizó varios talleres con las personas de los colectivos que participaron en el proyecto, consiguiendo que se abrieran a una serie de preguntas relativas a su autoconocimiento y a cómo les afecta la experiencia de vivir en los márgenes bajo el peso de la culpa y la vergüenza que provoca el rechazo social.
En el proceso creativo final, las sábanas blancas se tintaron de negro en referencia a lo ocultado y velado en la vida de estas personas. Además, imitando la imaginería sacra, se bordaron letras en hilo dorado con un acabado deshilachado, metáfora de lo imperfecto e inacabado que las personas neurodivergentes representan dentro del marco social normativo. Los mensajes, síntesis de la labor catalizadora realizada por el artista, versaron sobre la ignorancia, el temor y las falsas creencias que todavía persisten como que la locura siga asociándose con peligro cuando sólo un 5% de todos los actos violentos son causados por enfermedad mental. Se podía leer también que curar no es ni castigar ni anular y que es necesaria una revolución de los afectos y de los cuidados para ayudar a superar el sufrimiento psíquico que no solo procede de lo biológico sino también de la precariedad, de la desigualdad y del maltrato. Y no faltaron las alusiones a los prejuicios sociales que genera el diagnóstico clínico que, en el caso de las mujeres, les estigmatiza como histéricas, incapaces o malas madres.
La dificultad de integración de un sujeto que o bien sufre de reclusión, o bien él mismo se autorecluye en su casa y en su cama, ofreció al artista la posibilidad de conectar el espacio público con el privado para sacar el dolor de dentro afuera, desde el dormitorio al balcón donde las sábanas fueron expuestas. Ese trasiego de la intimidad a la extimidad que da a conocer cuánto de íntimo puede hacerse visible, busca recuperar el sentir humanitario de una tradición de la que muchos desconocen su origen. No obstante, el arte social participativo, en su dimensión educadora, precisa de apoyo informativo para que llegue a comprenderse bien. Por eso mismo, a este proyecto, repleto de metáforas sobre lo oculto y lo invisible, le faltó mayor cobertura informativa. Ese desinterés mediático dice mucho de lo abandonados a su suerte que están las personas que sufren de salud mental, desamparadas incluso cuando seis asociaciones se han unido y colaborado con un artista que lleva tras de sí una consolidada trayectoria de intervención en el espacio público.
Amparo Zacarés
ASSOCIACIÓ VALENCIANA DE CRÍTICS D’ART – AVCA