Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el 3 de julio
Este año se cumplirán en diciembre los veinte años de la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Esta ley se aprobó con el respaldo unánime de todos los grupos parlamentarios, con los votos a favor de los diputados y las diputadas presentes en el momento del sufragio. Sin embargo, en la actualidad, se ha roto el pacto social y se difunden cada vez más mensajes negacionistas. Por eso mismo, resulta más necesario que nunca aclarar que la violencia de género se refiere a la violencia machista, estructural y sistémica, que sufren las mujeres por el hecho de serlo. En este contexto, se hace preciso reiterar que negar este tipo específico de violencia va en contra del ordenamiento jurídico y pone en riesgo los derechos de las mujeres a una vida digna sin violencia sexista. Las últimas noticias acaecidas el sábado 29 de junio dan cuenta de ello. Aquel día el mapa de España se tintó de dolor y luto en Pedroñeras (Cuenca), en Zafarraya (Granada) y en Fuengirola (Málaga). En total, cuatro mujeres y dos menores asesinados por sus maltratadores. Si finalmente se confirman como crímenes machistas, serán 19 mujeres asesinadas por violencia de género y 10 menores asesinados por violencia vicaria en lo que va de año.
¿Por qué no cesa de crecer esta ola de crímenes? Es la pregunta que surge cada vez que se conocen las cifras de las víctimas de la violencia sexista. Y la respuesta siempre entrelaza cuestiones políticas, sociales y educativas. La tragedia que trasmiten muchas mujeres víctimas de la violencia machista impacta dolorosamente porque les afecta no solo a ellas sino también a sus familias y a la sociedad entera. Se trata de mujeres que están viviendo con el enemigo, por mencionar el título que Donna Ferrato dio a la serie fotográfica con la que su cámara visibilizó la violencia de género. Ella misma relata en una entrevista que, tras presenciar una escena terrible de maltrato, se sintió motivada a mostrar todo lo indecible de una violencia normalizada que nadie creería si la cámara no dejaba testimonio. La fotógrafa amplió más tarde su enfoque a las víctimas infantiles que sufrían violencia dentro del hogar. Sus fotografías muestran los rostros cabizbajos de mujeres, niñas y niños, con los ojos cerrados por los que caen las lágrimas y asoma la resignación.
Documentar el dolor para remover conciencias es un recurso creativo que ayuda a revelar la penosa situación de las víctimas y más aún en tiempos de negacionismo. Con todo, hace falta destinar más recursos económicos contra este problema de Estado y de salud pública. La violencia de género escandaliza a los negacionistas porque no cabe en ninguna de sus creencias ni planteamientos ideológicos. Niegan determinadas realidades y sucesos a pesar de ser evidentes y comprobables. No tienen ningún interés en verificar los hechos que demuestran que se equivocan y afirman que las estadísticas están falseadas. Ante esta situación habría que volver a activar campañas de sensibilización y publicidad institucional que recordasen que a veinte años de la L01/2004 aún persisten las inercias machistas que acaban con la vida de las mujeres y de su descendencia. En otras palabras, hace falta coordinar acciones de prevención a nivel educativo, ampliar las ayudas sociales y encontrar las vías para volver a un discurso político unánime con el que se logre desbancar al negacionismo.