«Forma Mentis»

Photo by Patrick Brinksma

Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el día 30/04/2018.

El conocimiento de un hecho va unido a un sujeto que lo interpreta y consecuentemente solo existen interpretaciones. Si comienzo con estas consideraciones hermenéuticas es porque en buena medida la contestación social con la que se ha recibido la sentencia del caso de “la Manada” viene provocada por la indignación que ha producido la forma mentis, es decir, el modo de ver y de interpretar lo sucedido por parte de uno de los magistrados. La sentencia defraudó y quedó lejos de lo que el Ministerio Fiscal y las acusaciones particulares solicitaban. Condenó a los cinco varones implicados a la pena de 9 años de prisión por un delito continuado de abuso sexual y les eximió de una pena mayor por considerar que no cometieron agresión. Esta condena ha sido difícil de entender para un sentir popular que, sin saber de terminología jurídica, ve incongruente afirmar que no hubo intimidación ni violencia cuando los condenados obtuvieron el consentimiento de la víctima de forma engañosa al prevalecer su superioridad física y numérica. Por otra parte, también ha sido una sentencia polémica dentro del mundo de la judicatura ya que, con los hechos probados, resulta cuestionable que el fallo no haya admitido intimidación.

Algo no cuadra cuando durante el proceso judicial se ha dudado de la credibilidad de la denunciante y se han minimizado las vejaciones que le infringieron los denunciados. Por eso no es extraño que, en la aplicación del código penal, la opinión pública haya percibido una mirada masculina sin perspectiva de género y llena de estereotipos sexistas hacia las mujeres. Se dice que la víctima no entró forzada al portal donde la vejaron ni ofreció resistencia, pero también que vivió una situación de sometimiento y que sintió angustia y agobio al verse agazapada en aquel habitáculo cerrado. En una situación tan humillante, en la que la joven fue penetrada hasta en once ocasiones por vía vaginal, anal y oral, resulta perturbador que uno de los magistrados lo interprete como un ambiente de jolgorio y de regocijo aún a pesar de reconocer la falta de expresividad que mostraba la víctima ante los actos sexuales explícitos que aparecen en las grabaciones.

Así mientras que para la mayoría de la Sala los gemidos de la víctima son de dolor, para el voto particular son de excitación y placer. En este último relato asoman las fantasías sexuales machistas más arraigadas en el imaginario patriarcal. Por ello urge una práctica jurídica que tome en serio y crea lo que dicen las mujeres aunque lo que digan no se relacione con lo que el machismo ha dicho o sigue diciendo sobre ellas. De ahí que el lema más repetido en las manifestaciones haya sido «Yo sí te creo». Se comprende así que la protesta social, impulsada por grupos feministas, fuera secundada de forma inmediata y conjunta por mujeres y hombres de todas las edades, jóvenes en su mayoría, a quienes disgustaron y ofendieron los términos en los que quedó redactada la sentencia.

En ese sentido conviene traer a colación las ideas de Bartlett y McKinnon. Ambas feministas creen importante tener en cuenta una serie de principios básicos a fin de conseguir un método jurídico que considere realmente los informes y escuche las vivencias de las mujeres. De este modo exigen un cambio epistemológico profundo en el ámbito del derecho para que la violación, la pornografía o el acoso sexual dejen de elucubrarse desde el más zafio y desalmado machismo. Esta crítica al derecho exige nuevos postulados que delimiten con claridad la violencia estructural que sufren las mujeres tras siglos de dominación patriarcal. Al respecto Bartlett señala tres principios básicos. En primer lugar, aboga por visibilizar a la mujer, cuestionando cómo el derecho utiliza estándares y conceptos legales que la sitúan en clara desventaja frente a varón. En este punto se hace preciso observar implicaciones de género que son inadvertidas o bien pasan por ser objetivas sin serlo. En segundo lugar, anima a ampliar las nociones de lo que el sistema jurídico considera relevante con el fin de apreciar las particularidades de las mujeres que no han sido reflejadas por la doctrina jurídica. Y finalmente, en tercer lugar, apuesta por la concienciación de género para cuestionar la validez de los principios jurídicos tradicionalmente aceptados.

De hecho casos como el de “la Manada”, ocurrido en los sanfermines de 2016, han sacado a la palestra la demanda de formación en perspectiva de género para el personal de la Administración de Justicia, ya sean jueces, fiscales, letrados y demás operadores jurídicos que guarden relación con las víctimas del delito de violencia sobre la mujer. Junto a ello no estaría de más revisar los delitos sexuales para que el código penal recoja legalmente la violación como la relación sexual sin consentimiento tal como indica el Convenio de Estambul. Y por supuesto habría que seguir incidiendo en la necesidad de formar en igualdad a niños y niñas puesto que en una sociedad en la que hay cada vez mayor accesibilidad a todo tipo de productos pornográficos a través de Internet, la población joven acaba identificando equivocadamente sexualidad con genitalidad. Por este motivo en el ámbito escolar ha de haber un lugar para la coeducación afectiva donde la socialización que reciban ambos sexos respete la libertad sexual de las jóvenes para responder a su propio deseo y no quedar sometidas a prácticas no satisfactorias solo porque el varón lo quiera. Prueba de la normalización de estas violaciones en grupo es que han aumentado y en breve se juzgará un caso similar al de Navarra en Alicante. La sociedad ha interpelado con sus protestas a los legisladores que pronto tendrían que ponerse a la labor para que el fallo de otras violaciones múltiples no quedase de nuevo supeditado a la definición jurídica de agresión. Es indudable que la forma de ver y de interpretar los delitos machistas precisa otra forma mentis que sea acorde con la igualdad y el respeto a la dignidad de las mujeres. Este fue el mensaje que el clamor popular trasladó a los políticos y ojalá no hagan suyo el refrán que dice que no hay mayor sordo que el que no quiere oír . Pero, por si lo olvidan, que sepan que una sociedad cada vez más feminista estará en alerta para recordarlo.

Castellón, 29 de abril de 2018

Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género Purificación Escribano
Universitat Jaume I
Castelló

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