Artículo publicado en el El Periódico de España el 20 de abril de 2023
Durante las vacaciones las noticias se examinan desde la distancia. Tiene su lógica ya que es un tiempo dedicado al descanso con el que desconectar de las preocupaciones cotidianas. Esta constatación no supone necesariamente que deje de consultarse la prensa o los informativos diarios, más bien indica la falta de interés para detenerse a reflexionar. En realidad todo queda en suspenso para que nada perturbe la sensación de relax.
Lo cierto es que esa actitud, de indiferencia ante lo que sucede, se prolonga por lo general fuera del período vacacional. Así no es extraño que tragedias de toda índole se consideren responsabilidad única de quienes las sufren y pocas veces se interpreten como una cuestión sistémica y estructural dadas las escasas opciones de vida digna que tiene gran parte de la humanidad. En consecuencia, la conciencia moral y la lucha social para reclamar igualdad de oportunidades se desvanece y en su lugar se pone toda la presión sobre el individuo y su capacidad o no para salir adelante sin ningún tipo de ayuda. Esta visión individualista de todo cuanto sucede es la que defienden los gobiernos de corte neoconservador dentro del marco del neoliberalismo imperante.
En este contexto habría que enseñar a leer las noticias con la relevancia que entrañan para poder autocomprendernos en el debate actual que demanda mejoras políticas con el fin de restaurar la comunidad y el bienestar social. Al respecto no estaría de más afianzar el hábito de leer prensa en la escuela ya que siempre fue un buen recurso didáctico aprender leyendo el periódico. Para ello la labor educativa ha de trascender la literalidad del texto y abordar la descripción de los hechos que son noticia desde una dimensión epistemológica y ética.
En este proceso de enseñanza-aprendizaje ha de buscarse la convergencia entre la lectura, el conocimiento y los aspectos relevantes del presente histórico en el que vivimos. En esa línea resulta importante desvelar la contradicción existente entre lo que la sociedad dice ser y aquello que realmente es. En otras palabras, es necesario desenmascarar la supuesta racionalidad de la vida social para tomar conciencia de la irracionalidad de cuanto sucede constantemente en la actualidad.
Se trataría de fomentar una visión de conjunto que huya de posiciones ahistóricas y nos recuerde desde dónde leemos. Esta postura dialéctica y crítica fue la que mantuvo el filósofo Theodor Adorno que encontró en el arte el reducto de libertad expresiva para denunciar la barbarie y la falta de humanidad de un mundo cosificado.
Desde esta posición, la cultura en todas sus manifestaciones – arte, teatro, cine, música, literatura …- ha de estar en el punto de mira de una formación integral y completa. En concreto, hace falta desarrollar la sensibilidad artística para aprender a visualizar y meditar sobre esas situaciones habituales que son incomprensibles pero ineludibles. Esa intención es la que el artista multidisciplinar Pedro Ruiz Roldán aplicó a la instalación que realizó en 2021 en el claustro del Centre Cultural la Nau de la Universitat de València y que tituló “El muerto es otro”. Recuerdo que entonces el choque visual que producía el centenar de tumbas anónimas e idénticas, realizadas con grava negra, que ocupaban casi al completo el suelo del recinto claustral, no dejaba a nadie indiferente. Fue la complejidad de la realidad social en la que a diario se conocen agresiones, desapariciones, muertes y asesinatos de inocentes, la que le inspiró artísticamente con la finalidad de desencadenar una experiencia estética que activara la emoción y la reflexión entre quienes contemplaban su obra.
La aporofobia, la xenofobia, el machismo, la homofobia, el fanatismo y el racismo matan y son un exponente del fracaso de una sociedad que avanza aceleradamente a nivel tecnológico y retrocede cada vez más a nivel ético. Nunca fue tan apremiante encontrar un horizonte moral común con el que crear una conciencia nueva de solidaridad global. A ello apelan la ética de la cordialidad de Adela Cortina y la ética de la hospitalidad de Daniel Innerarity. Y es a esa necesidad de descubrir la alteridad y saber ponerse en el lugar del “otro”, a la que el artista acaba de dedicar recientemente su última obra inaugurada en la entrada de la Facultad de Psicología.
En esta ocasión se sirve de un video artístico y de un montículo alto de grava negra que titula “In memoriam”. De este modo rememora cuanto de injusto pasa inadvertido o nos es invisible. Pero sobre todo, más allá del carácter conceptual y la solemnidad de esta instalación, hay que destacar que es en el territorio del arte donde de nuevo se hace evidente que estar al día es algo más que leer la prensa.