Tolerancia cero

Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el día 25/06/2021.

Negar la violencia machista es un acto de irresponsabilidad porque incita a perpetrarla y a perpetuarla. Las personas que niegan este tipo de violencia no solo demuestran falta de empatía hacia las víctimas, sino también su propia ignorancia. No basta solo con decir que carecen de sensibilidad y que no saben ponerse en el lugar de las víctimas. Lo determinante es recalcar que son individuos impermeables a todo razonamiento y que no les importa ninguna certeza contrastada. No les sirve que los datos demuestren que los agresores sean mayoritariamente varones ni que el porcentaje de las denuncias falsas sea un 0,010 % según la memoria de la Fiscalía. Sin embargo, es un hecho demostrado que las mujeres por motivos culturales y sociales son menos violentas que los hombres. Se sabe también que la violencia que se dirige hacia ellas se manifiesta en la familia, en la comunidad e incluso puede perpetrarse con impunidad por el Estado, como sucede en los casos de los feminicidios. Se trata, pues, de una violencia de carácter físico, sexual o psicológico que es estructural, que reciben las mujeres por su condición de mujer y que obedece a patrones patriarcales tradicionales.

Esta violencia específica contra las mujeres que se conoce como violencia de género no es algo anacrónico, sino que sigue ocurriendo en el siglo XXI con mayor o menor evidencia según los países. No es baladí saber que la ONU declaró la existencia de la violencia contra las mujeres en 1993 y que, desde la toma de conciencia de este hecho, las políticas públicas se aplican en implementar las medidas necesarias para su prevención y erradicación. Ahora bien, de todas las modalidades de violencia de género, el maltrato a las mujeres por parte de su pareja es la más habitual y común en todo el mundo. Es cierto que también existe la evidencia de mujeres que son violentas con sus parejas, pero en la mayoría de los casos los maltratadores son varones y el tipo de violencia que perpetran tiene consecuencias más graves e irreversibles como el asesinato. Es en este contexto donde son frecuentes las amenazas a muerte a la mujer, a su familia, a sus hijos o hijas. Además, el riesgo puede ser mayor cuando, tras la separación, el maltratador quiere seguir manteniendo su posición de poder con sus tácticas de control y aislamiento sobre su expareja. Por eso, es crucial comprender y aplicar la perspectiva de género en estas situaciones de maltrato hacia la mujer y su descendencia.

Tomar conciencia de la repetición del modelo patriarcal en nuestra sociedad y de cómo sus usos y costumbres repercuten negativamente en la vida de las mujeres es un imperativo ético y político. Y ese fue el clamor de las recientes manifestaciones feministas que se convocaron el pasado martes en varias ciudades españolas. En sus pancartas se leía el discurso reivindicativo que, en palabras de Celia Amorós, articula al feminismo como movimiento social de raíces ilustradas. Un discurso que no es victimista, sino vindicativo, como lo fueron los de Mary Wollstonecraft o de Olympe de Gouges cuando reivindicaron para las mujeres la oportunidad de vivir dignamente en libertad, sin miedo, fuera de la tutela de varón y así poder realizarse con autonomía al igual que los hombres.

Manifestació 22/06/2021 Cremem el Patriarcat
ORGANITZA: Coordinadora Feminista de València

En cualquier caso, la violencia es inadmisible y siempre condenable, pero eso no impide afirmar que existe un tipo de violencia específica contra las mujeres de base estructural que hay que erradicar con urgencia. En España, los asesinatos por maltrato a las mujeres superan ya a los producidos por atentados terroristas. No se puede mirar hacia otro lado cuando las estadísticas lo reflejan de manera objetiva. Negarlo es indicador de ignorancia, ineptitud e irresponsabilidad, máxime si quienes lo niegan son representantes públicos. De ahí que en este asunto tan dramático sea aplicable el concepto de tolerancia cero para desautorizarles y recordarles que garantizar la seguridad ciudadana de las mujeres es determinante, ya que en ello va el bienestar de la sociedad entera y que una sociedad sea realmente democrática.

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