Amarte sin olvidarte

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Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el  14 de febrero de 2023

El amor absoluto busca la unidad de dos mitades que terminan encontrándose y con esta trama suele aparecer en las películas, realitys y series de TV. Tampoco la publicidad se queda atrás y mucho menos en febrero cuando los escaparates, ante la proximidad de la festividad de San Valentín, muestran joyas y dulces en forma de corazón. En esos días los roles románticos se publicitan reiteradamente para ensalzar el amor al amor y trasmitir la ilusión de dejar de ser dos. Una fusión que obliga a una de las dos mitades a adaptarse a los deseos y exigencias de la otra. Por lo general, son las mujeres las que lo hacen puesto que el patriarcado alimenta la admiración hacia los varones y son ellos los que han de recibir el apoyo y el cuidado de sus parejas. Ellas, agasajadas durante un día, son olvidadas el resto del año y, lo que es peor, ellas mismas se olvidan de sí mismas.

Una renuncia a la que no han escapado las mujeres creadoras y de la cultura. Abundan casos que lo demuestran. Se trata de mujeres, esposas y madres, cuyos maridos han opacado su talento o les han animado a no considerarlo. Esta actitud misógina acontece en todo tipo de arte y de creación, ya sea música, literatura o pintura. Alma Mahler, María Lejárraga y Manuela Ballester, cada una a su manera y en situaciones históricas diferentes, dan cuenta de esta injusticia. La primera compuso música desde pequeña, la segunda escribió numerosas obras y la tercera nunca renunció a pintar. Ellas tres fueron las grandes olvidadas hasta que, en un giro de la historia, han sido recuperadas para darles el reconocimiento que merecen. De hecho, hasta hace muy poco, todo lo que concernía a su trabajo creativo se desconocía o se tendía a menoscabar para dar protagonismo al esposo.

Hoy se sabe que Gustav Mahler, unos días antes de la boda, le escribió una carta a su futura esposa donde le conminaba a que abandonara toda pretensión de competir con él musicalmente para dedicarse sin condiciones a sus deseos y necesidades. «No debes desear nada más que mi amor» y, con ese imperativo marital, Alma Mahler dejó de componer y dejó de ser ella misma. Por su parte, María Lejárraga firmaba con el nombre de su marido, algo explicable cuando las mujeres pasaban del dominio del padre al del esposo. En esa unión matrimonial, ella escribía y él se dedicaba a la promoción de los libros y de sí mismo. Y así siguió aún cuando él la traicionó y la maltrató. Sólo al final de sus días, en uno de sus libros autobiográficos, la escritora declara abiertamente la maternidad de su obra para poder cobrar sus derechos de autora y, gracias a las investigaciones recientes, ha podido rescatarse su nombre para la literatura.

Finalmente, en el caso de la artista valenciana, Manuela Ballester, su gran talento quedó ensombrecido por ser la mujer de Josep Renau. Ella misma cuenta en sus diarios, fechados entre 1939 y 1953, cómo trabajaban juntos en los carteles y murales que firmaba solo su marido. Sus anotaciones dejan claro que dedicaba gran parte del día al cuidado de la casa y de los hijos. Y, aún así, no dejó nunca de dibujar y de pintar. «Pintamos, pintamos y pintamos. Yo pinto y doy de mamar a Pablo, no hago otra cosa», dejó escrito el 27 de enero de 1947. Y un 14 de febrero, esta vez de 1951, de manera más explícita dice: «he trabajado en el mural por la mañana y ayudado a Renau en los carteles». Mientras él alcanzaba la fama, ella no solo limpiaba, cocinaba y atendía a los niños sino que, dolorida y cansada, aprovechaba al máximo el tiempo que pasaba pintando, dedicándose bien a su propia obra o la de su marido que estaba hecha por ambos.

Si en la producción cultural encontramos esas inercias sexistas que olvidan a las mujeres, cabe preguntarse !qué no será en otros ámbitos!. !Cuánto tiempo habrá de pasar todavía para qué en la pareja prime ser dos sin tener que ser uno solo! A este fin ayuda poco o nada la banalización que hacen del amor ciertas producciones televisivas, celebraciones de corte consumista y estribillos famosos como el del «anillo pa´cuando» que Jeniffer López popularizó en 2018. Sonreír con estas ocurrencias no está mal siempre que, desde la más temprana edad, se priorice una educación afectivo sentimental basada en la igualdad en la que ambos amantes no se anulen y se respeten. Y, eso, ¿para cuándo?

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