ISABEL OLIVER, PIONERA EN LA SOMBRA

publicado en: arte, feminismo | 0
«Mujeres» De la serie «Espacio Público», 2020.
Técnica mixta y Óleo sobre lienzo, 116 x 73 cm

En un  época en la que todo eran tonalidades grises,  la artista Isabel Oliver (Valencia,1946) incluyó el color en su paleta. Ni onda ni partícula, ni luz ni materia, para ella el color fue sobre todo su manera de pensar  y observar el mundo. Ella misma se recuerda durante su infancia en actitud de ensimismamiento e intentando dibujar y pintar todo cuanto capturaba con la mirada. Absorta en sus pensamientos y en un mundo imaginario propio, se dedicaba a indagar las formas y el color de todo cuanto le rodeaba.  Hasta tal punto esto era así que se entretenía sumergiendo sus juguetes de madera o cualquier otro objeto para ver el rastro de color que dejaban cuando desteñían. También le gustaba  contemplar el haz cromático que surgía de colocar al trasluz  pequeñas botellitas que coleccionaba como un tesoro.  Investigar de este modo tan precoz y verlo todo lleno de color, demuestra el interés hacia el arte que albergó desde siempre. De hecho, veía el color allí donde el resto de la gente, de tanto tenerlo frente a los ojos, no lo tomaba en serio o terminaba por no verlo. Podría decirse que se entretenía buscando la elocuencia que contenía el color en todos sus matices.  Por eso mismo, en aquellos primeros años, sin ser todavía consciente de ello, sin dejarlo escrito en un diario o sin verbalizarlo,  estaba  proclamando hacia dónde le gustaría encauzar su vida adulta.  De ahí que no resulte raro que años después sus padres le escucharan decir que quería estudiar Bellas Artes y aunque se negaron  en un primer momento, terminaron aceptando que cursara sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos  situada en el Convento del Carmen [1]

Poder matricularse en Bellas Artes  fue todo un reto y aquella etapa de estudiante de Bellas Artes ha quedado fijada en su memoria como una de las más felices de su vida. Compartió su alegría  y su pasión con sus amigas Pilar Roig [2] y Rosa Torres [3]. Cursó la especialidad de pintura y completó sus estudios con la especialidad de grabado. El horario que debía cumplir  iba de nueve de la mañana a nueve de la noche, solo paraba para comer y volver de nuevo y con rapidez a la escuela. A pesar de todo el esfuerzo realizado, aquella época de formación estuvo repleta de satisfacciones. Casi seguro que, si hubiera estado permitido, se hubiera quedado a dormir en aquella aula que tenía la peculiaridad de contar con un pequeño patio interior presidido por un árbol que le gustaba dibujar una y otra vez. Finalmente, aquella niña que unía vida y arte de manera autorreferencial, no solo realizó estudios artísticos sino que se convirtió  en  profesora y catedrática del Departamento de pintura de la Facultad de Bellas de la Universidad Politécnica de Valencia [4].  Y, además, para cerrar el círculo al completo, impartió cursos sobre el color en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura.

Contado de este modo, parece que la creatividad de Isabel Oliver esté  vinculada únicamente a investigaciones pictóricas relacionadas con las escalas del color cuando en su pintura  lo determinante son las ideas y la temática que quiere hacer llegar al público. En esa línea, la artista no dejó nunca  de tratar la problemática de ser mujer,  máxime cuando ella nació  en una época  en la que el Código Civil trataba tan injustamente a las mujeres dejándolas bajo la dependencia del padre o del marido. Aquella fue una etapa gris de la historia de nuestro país en la que las mujeres tras la boda debían de renunciar a su trabajo y  a su independencia económica para dedicarse a ser madres de familia [5].  Muchas de sus obras plasman aquel contexto que presentaba el sometimiento de las mujeres  a los varones  como si fuera  un orden social naturalizado que debía seguirse a rajatabla. La artista, sabedora de lo que es haber nacido mujer en 1946, ha comentado en más de una ocasión que su pintura   era un  coktel difícil de digerir en aquella sociedad patriarcal que durante la dictadura estuvo asociada a la iglesia. Es más, su decisión de denunciar tales injusticias convertía  todas sus creaciones en reivindicaciones feministas, enmarcándolas  dentro de las llamadas cuestiones de género a fin de defender una relación igualitaria y una sociedad más justa y democrática.  Por este motivo,  en las diversas series que contiene su dilata trayectoria profesional sale a flote su crítica al  lugar de no relevancia al que  quedaron destinadas  las mujeres.

Reunión Feliz. De la serie «La mujer», 1970-1973
Acrílico sobre lienzo, 98 x 98 cm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Eso  fue lo que reflejó en el cuadro titulado “Reunión feliz”  que le compró el Museo Reina Sofía y que puede verse ubicado en su cuarta planta.  En él, un grupo de mujeres reunidas en una salita  aparecen felices hasta la insensatez, incapaces de no ver más allá de lo que ocurre en su pequeño mundo burgués. No por casualidad, la estancia no tiene paredes y lo que hay en ellas es el desierto de Dalí. Una metáfora de la vida yerma e insulsa que viven una vez han criado a los hijos y ya no les queda ninguna motivación en el horizonte. Este cuadro pertenece a la serie “La mujer”  pintada en los años setenta y en ella son las  mujeres, en su  día a día, no las musas ni las heroínas,  las que toman el protagonismo. A su manera, con los pinceles sobre el papel o  el lienzo, la pintora hace suya la necesidad de una nueva perspectiva que  preste atención a las mujeres y las incluya en una nueva historia que no esté sesgada por el androcentrismo. Es por ello que sus cuadros son una interrogación a los valores y normas establecidos por el canon masculino en el arte.

Esta  manera de tratar y de representar el mundo de las mujeres hizo que su obra tardara tanto en recibir el reconocimiento que merecía. A Isabel Oliver le persiguió el sino de las pioneras que al adelantarse a su época no se les considera  como merecen y solo lo son transcurrido el tiempo. La artista siempre tuvo un gran sentido de la independencia, nunca quiso adocenarse  y se rebeló ante la manera inventada de ser mujer que imponía la hegemonía patriarcal. Es cierto que en  los años ochenta del siglo pasado se comenzaron a dar los primeros pasos para incluir el género como una categoría de estudio [6] en las diversas disciplinas académicas, pero  aún quedaba mucho para llegar al revisionismo que se viene alcanzando en la actualidad. En la pintora jugaba en su contra no solo la temática que trataba sino también su condición de ser una mujer artista. De hecho, el sistema del arte no consideró a las mujeres como sujetos creadores y durante siglos les deparó  tan solo el papel de modelo del pintor o de musa. Hoy se observa un nuevo paradigma que han ayudado a desarrollar investigaciones históricas bien documentadas.  Las artistas empiezan a emerger y  a hacerse visibles  al ser rescatadas  para la historia del arte.   Ese giro,  lo ilustra  con creces lo ocurrido con la pintora valenciana a la que el circuito del arte  excluyó  tanto por ser mujer artista como por la temática de su obra dirigida a denunciar las misoginia y las injusticias sexistas.  Ella misma recuerda que, durante su etapa en la que colaboró y compartió el estudio con el Equipo Crónica, no se compraba obra firmada por mujeres. Esa era la tónica general. Por aquel entonces, coleccionistas, galerías y museos no atendían a ningún tipo de política igualitaria. En esta situación, las artistas al no ser visibilizadas no podían ni ser conocidas ni valoradas. Un bucle del que les resultaba difícil salir y del que ella es un claro ejemplo.  Solo muy recientemente  su obra ha comenzado a tomar fuerza y presencia gracias  a la reivindicación que de ella ha hecho  la historiadora y gestora cultural Isabel Tejeda.  En  este proceso de recuperación de su obra, tuvo también mucha importancia que la TATE Modern de Londres contactara con ella para la exposición internacional “The World Goes Pop” [7] realizada entre septiembre de 2015 y enero de 2016. Esta llamada tuvo como efecto que los museos españoles comenzaran a fijarse en ella y así fue como el Museo Reina Sofía y el IVAM adquirieron poco después obra suya.

Cosmética. De la serie «La mujer», 1970-1973
Acrílico sobre lienzo, 98 x 98 cm

De no  haberse dado aquel interés inicial por parte de uno de los museos de arte moderno y contemporáneo más influyentes en el mundo, la obra de Isabel Oliver aún  permanecería en una especie de  impreciso limbo estético en el que seguiría siendo desconocida.  A pesar de su talento creativo y su gran dominio de la técnica, tardó más de cuarenta años en recibir un reconocimiento institucional acorde a su valía.  Hasta entonces, salvando algunas excepciones, la impresionante calidad artística de su prolífica obra no había sido considerada por las instituciones del mundo del arte.  Lo  más probable es que, casos como el suyo, haya varios más y puede que lleguen o no a conocerse en el futuro. Además , aunque hoy se vislumbre algo de luz y de justicia de género,  todavía no hay paridad y las mujeres  artistas aún son minoría como  lo corroboran los informes que realiza MAV  (Mujeres en las Artes Visuales) de las Ferias de Arte en ARCO, Art Madrid, Drawing Room, Hybrid y JustMAD.  En concreto, en el informe ARCO 2020, el porcentaje de artistas mujeres ha ido a mejor llegando a un 29´7% , pero las artistas españolas siguen sin superar el 6’4% [8]. Estos datos son objetivos y  arrojan suficiente claridad sobre la dificultad que en su conjunto las mujeres artistas tuvieron para poder vender y dar salida a sus creaciones. En realidad, en el mercado del arte  no había lugar más que para quienes pudieran garantizar su  presencia en  las galerías, en los museos y en los centros de arte contemporáneos.  Y como en estos espacios expositivos no se prodigaban las mujeres,  sus obras no tenían  valor de mercado y, en consecuencia, no interesaban ni a los coleccionistas ni a otros inversores en arte.  Un pescadilla que se mordía la cola, se mirara por donde se mirara.  Por eso no resulta raro que, por lo general, las mujeres que  han llegado  a cotizar en el mercado del arte contemporáneo, lo hayan hecho  casi dos décadas después que sus homólogos masculinos o cuando ya tienen una edad considerable, como les ocurrió a Georgia O´Keeffe, a Miriam Schapiro o a Judy Chicago [9]  en Estados Unidos o como le ha sucedido a  Isabel Oliver en España.

Desde el salón de su casa. De la serie «Recintos privados», 2022
Mixta sobre lienzo, 120 x 82 cm

La dificultad de dar salida a su pintura, hizo que en su taller reposaran cada vez más un número mayor de obras, algunas de dimensiones considerables. Es entonces cuando, en 1981, decide volver a la Facultad de  Bellas Artes para terminar algunas asignaturas de la especialidad de grabado. Además, le  surge la  oportunidad de presentarse a una plaza de su especialidad y la aprovecha.  De este modo comenzó su carrera académica en la que impartió asignaturas de grabado, dibujo y finalmente pintura. En esa tesitura participó en cursos de doctorado, seminarios, másteres y toda actividad que iba unida a la  docencia universitaria. Desde 1983 hasta su jubilación en 2013, pasaron  por su magisterio una gran cantidad de estudiantes que optaron por la misma vía profesional de la pintura  y que han alcanzado un merecido éxito. Al preguntarle por sus nombres, se excusa diciendo no querer dar ninguno no sea que vaya a olvidarse de alguien.  Ahora bien, para esa mirada retrospectiva de su paso por las aulas, siempre  guarda un recuerdo grato de quienes la tuvieron como profesora.  Y, de tanto en tanto,  se rememora viéndose exigente consigo misma, en especial durante la redacción de la tesis doctoral o  las oposiciones a titularidad y a cátedra.

En ese  escenario  académico, entre  publicaciones diversas, libros o artículos, se resume su curriculum como docente universitaria de prestigio.  Sin embargo no hay que olvidar que Isabel Oliver llegó a la docencia después de haber comprobado en su propia piel los impedimentos que existían para las mujeres que querían profesionalizarse en  cualquier faceta del quehacer artístico. Como especialista y experta en arte,  conocía bien  la  invisibilidad,  la negación de la autoría  o la  apropiación de brillantes trabajos realizados por mujeres artistas. Sabía bien que, como mucho, cuando lograban ser reconocidas, lo eran   como una anécdota o una rareza dentro del devenir de la historia del arte.  En cualquier caso,  un panorama desolador al que también tuvo que enfrentarse la artista valenciana que pensaba que después de haber vencido la oposición familiar, haber logrado matricularse en Bellas Artes y haber cursado cinco años de carrera, podría dedicarse a la pintura.

Su casa. De la serie «Recintos privados», 2020
Técnica mixta y Óleo sobre lienzo, 104 x 82 cm

En buena lógica, después del esfuerzo realizado era legítimo aspirar a poder desarrollarse profesionalmente como  pintora.  Al fin y al cabo, su manera de entender el arte se aproximaba mucho a las obras de Estampa Popular,  de Kathe Kollwitz o  de Equipo Crónica que cultivaban, dentro del Pop Art,  un pintura figurativa con una carga de denuncia social considerable. Con esa convicción se presentó  en el estudio del  Equipo Crónica. Acababa de terminar los estudios universitarios y mantenía la esperanza de poder vivir de su la pintura. En la primera  visita, tuvo la ocasión de conversar con sus componentes, Manolo Valdés y Rafael Solbes, y mostrarles sus trabajos, casi todos collages con imágenes de revistas y prensa que traslucían un discurso crítico de carácter antifranquista.   En su  segunda visita,  recibe el ofrecimiento de colaborar con  ambos  ayudándoles a pintar sus obras.  Se sintió realmente afortunada, era una suerte que el mismo año que finalizaba sus estudios  pudiera trabajar  con unos pintores que ya  habían recibido reconocimiento internacional y  se movían profesionalmente en el mundo del arte. Pudo conocer a muchos artistas, Arroyo, Teixidor, Jose María Gorris , Juan Antonio Toledo… , al igual que a críticos  e historiadores de arte como Tomás Llorens o  Juan Manuel Bonet. Sin embargo  a Isabel Oliver aún le esperaban algunos años, casi toda una vida, para alcanzar el reconocimiento merecido.

Mientras tanto, permaneció a la sombra rodeada de  una generación de historiadores y  artistas masculinos que no mostraba interés alguno por las reivindicaciones femenistas  de la pintora. Aún así, siempre se ha sentido agradecida con la generesidad que los componentes del Equipo Crónica le demostrarons al cederle su estudio para comenzar a pintar sus obras. Por entonces no disponía de otro lugar donde trabajar y  fueron una tabla de salvación en su empeño por convertirse en pintora profesional. Además, cuando  se mudaron a otro espacio más amplio, le ofrecieron la posibilidad de quedarse en su antiguo estudio y pudo  tener, por fin, un lugar propio donde trabajar. Al fin contaba con su “habitación propia” que, parafraseando a Virginia Wolff, no solo  precisan las mujeres para  el desarrollo de la literatura sino también para  el de la pintura y  de otros menesteres creativos.

Nacida casi al final de la primera mitad del siglo pasado, desarrolló sus estudios en la segunda mitad cuando todavía la dictadura era fuerte y las cuestiones de género  apenas  habían llegado al arte. Avanzado  ya el siglo XX, en la década de los ochenta, empieza a iniciarse un discurso de género en el arte valenciano [10] y ahí, dentro de un arte con mayúsculas de corte reivindicativo y crítico, ya hay cabida para la pintora y para tantas otras que en Valencia despliegan su fuerza física y energía imaginativa hacia la temática feminista. Como artista  destaca por tener un gran dominio de la técnica, algo que no resulta baladí cuando son tantas la  ideas que quiere trasmitir en imágenes con la intención de  desencadenar una toma de conciencia entre el público espectador.  Su modus operandi varía en función del trabajo a realizar. Suele utilizar diversas técnicas según  se ajusten o no  a aquello que  artística y estéticamente pretende llevar a cabo. Lo mismo ocurre con el tamaño de sus piezas que suelen responder a las necesidades del tema, aunque  siente preponderancia por formatos  de dimensiones  grandes.  Su prolífica obra se compone de varias series que inicia a principios de la década de los setenta y que llegan hasta el momento actual. Es en el estudio del Equipo Crónica donde  en 1971  comienza su primera serie titulada  La Mujer.

6. La educación femenina. De la serie «De profesión sus labores», 1974/2019
Técnica mixta y Óleo sobre lienzo, 73 x 60 cm

Pero pronto cae en la cuenta que lo que pintaba no era bien recibido por tratar temas feministas y denunciar  los tópicos e imperativos de género.  En ese sentido, su obra plasmaba en imágenes cuestiones que resultaban molestas e inconvenientes. Su pintura poseía la desventaja doble de ser arte feminista y arte hecho por una mujer.  A esta etapa, le siguen las series Paisajes Pop, El juego , La mercantilización del arte y De profesión sus labores.  Y  en ellas sufre la indiferencia  de la crítica. Ninguna de aquellas obras parecía seguir lo que según la tradición se consideraba apropiado  que pintase  una mujer,  ya fuera  retrato, bodegón  o  paisaje  y mucho menos si contenía una cierta ironía que dejaba al descubierto  las imposiciones e injusticias de género. Después vinieron otras series en las que continuó desvelando en imágenes el sexismo que preside el imaginario colectivo de la sociedad patriarcal y cuyos títulos son suficientemente significativos. Son las series que titula  Arqueología del presente, Paisajes pétreos, Jugar con el tiempo y Memoria de un lugar.

En  la actualidad, la pintora retoma ideas y bocetos antiguos que no pudo realizar en su momento para completar las series  De profesión sus labores y El Juego. Y en su etapa pictórica más reciente, sobresalen las series tituladas Secuencias del Mediterráneo, Recintos privados, Espacio público, Con memoria y Paseos por el museo . Es en  estas  últimas creaciones  en las que amplia la crítica social a temas candentes del presente que vivimos. En ese sentido, dirige su atención hacia la que se conoce ya como la primera guerra europea del siglo XXI,  o hacia el desdén con el que recibimos a quienes huyen de la persecución política o de la pobreza y llegan a nuestras playas a través del Mediterráneo.  También encuentra tiempo para revisar la pintura alegórica de Tiziano y  de Rubens, cuya narrativa visual  está dirigida a satisfacer la mirada masculina y a legitimar las violaciones machistas. En la serie que titula Paseos por el museo , las va sacando a todas ellas, a Danae, a Calisto, a  Europa, de los cuadros en las que quedaron encerradas. Con ello la pintora valenciana quiere reclamar otra lectura de la mitología y otra historia del arte.  Su pretensión reside en hacer ver que  la representación de una violación desde la vivencia del sujeto violado,  no es la misma de la que tiene el sujeto violador. Una intención que  puede observarse, por citar un ejemplo clásico, en los cuadros de Artemisa Gentileschi, y que Isabel Oliver realiza de manera original, con ironía y humor, desde la figuración del pop art a la que se sumó como artista. Su rebeldía y su inconformismo se mantiene intacto, para ella en ese aspecto no han pasado los años y aunque haya recibido el aplauso de manera tardía no por ello ha dejado de seguir tratando los temas por los que se siente afectada y ante los que demanda respuesta  y concienciación ya sea la emigración, el calentamiento global, las pandemias, el cambio climático, la violencia de género o las guerras.

Con todo, hay que destacar que en estas series últimas sigue trabajando con la misma devoción por el arte que siempre le caracterizó . Un ejemplo más  de la capacidad de esfuerzo sostenido que aún demuestra tener y que le viene de  la buena forma física que mantiene gracias  a su pasión por el deporte, en especial  por la natación, por el buceo, por la navegación a vela y por el golf. Con los años  Isabel Oliver no ha perdido la voluntad de aplicarse disciplinadamente en realizar ejercicio, un hábito que retiene desde joven cuando iba a nadar a la piscina Valencia,  junto a su amiga y compañera de estudios Rosa Torres, y lograba así hacer frente y aguantar el horario extenuante de la Escuela de Bellas Artes.  Y, aún hoy, sigue nadando  2000 metros en la piscina al menos tres veces por semana y casi todos los días en verano. El deporte le mantiene ágil y activa y a la vez  le reconforta. En su faceta de madre ha educado a su hija y a su hijo en el respeto hacia los demás y en esforzarse por  conseguir los objetivos que se quisieran marcar. Disfruta al contar  alguna de las ocurrencias de sus nietos como cuando le preguntan sobre qué colores utilizar o  cómo realizar un dibujo. Quizás, en esta etapa, lleve más incorporada si cabe  la memoria  de su abuela que fue la persona que afectivamente más le marcó en su  infancia.  Con ella se sentía acompañada y prefería quedarse a su lado jugando al parchís, a las damas o al ajedrez antes de salir a jugar a la calle. Fue su primer modelo, le gustaba dibujarla porque se quedaba quieta y porque apreciaba sus dibujos con entusiasmo.  Con ella, de vez en cuando, iba a visitar a un amigo suyo que  pintaba paisajes y bodegones en una amplia galería acristalada.  Aquel lugar, con su luz tamizada y  el olor a las pinturas y a los  aglutinantes, le fascinaba. Allí respiraba paz y sentía que el tiempo se detenía. Ese  mismo sentimiento es el que ha experimentado siempre y  experimenta en su estudio al que acude para reencontrarse consigo misma y con la vida.  Es evidente que en una mujer tan vital no cabe la renuncia a dejar de hacer lo que realmente le gusta que es  pintar y sigue haciéndolo día a día,  de forma ineludible,  y con la misma perseverancia de siempre.

Rebelión en el museo. De la serie «Paseos por el Museo», 2021
Técnica mixta y Óleo sobre lienzo, 174 x 125 cm

A Isabel Oliver le cabe haber sido pionera en la sombra, un mérito difícil de aceptar porque desvela la inoperancia de  una gestión cultural y museística que alimentaba todo tipo de prejuicios hacia las mujeres artistas. No es extraño que el reconocimiento le haya llegado tardíamente si tenemos en cuenta que su obra se apartaba en mucho de los valores y  códigos del contexto cultural de la sociedad española de mediados del siglo pasado. Puede decirse que su pintura  se adelantó en el tiempo o que surgía a destiempo, según se quiera ver, pero en cualquier caso no terminaba de engarzar en la cultura artística general del país. En los años sesenta y setenta se desarrollaron en pintura y a la par  los realismo sociales críticos, de crónica y pop art, y las tendencias abstractas, informalistas y constructivistas, desde el op art y el arte cinético. Pero, en general, la presencia de las mujeres artistas era escasa, apenas participaban de los circuitos expositivos y se quedaban sin poder comercializar sus obras artísticas [11]. Hoy en día ya no se acepta que las mujeres sean consideradas en el arte según los estereotipos trasmitidos por una cultura falsaria. Los tiempos están empezando a cambiar y corren mejores vientos para  las artistas de épocas pasadas y del presente.  Son muchas las pintoras que desde sus autorretratos nos piden explicaciones del olvido al que fueron condenadas. Basta mirarlas, orgullosas delante del caballete con los pinceles entre las manos como hizo Sofonisba Anguissola en el siglo XVI. O también como hicieron Judith Leyster y Elisabetta Sirani en el siglo XVII o Adelaïda Labille-Guiard en el siglo XVIII. Y ya en el siglo XIX, Rosa Bonheur, Anna Bilinska, María Bashkirtseva o Lilla Cabot Perryen. Todas utilizan el lienzo para dejar constancia de su existencia como pintoras. A menudo se representan girando sus rostros hacia el público para invitarle a valorar sus obras y su papel como creadoras. Eso mismo parece invocar, con su mirada de reojo y en tensión, Elin Danielson al autorretratarse a principios del siglo XX  y lo sigue haciendo hoy, en el siglo XXI, la pintora valenciana con un autorretrato en el que aparece de pie rodeada de múltiples imágenes de mujeres mientras nos mira fijamente a los ojos. Estos autorretratos interpelan a una historia del arte que se ha escrito sin ellas y que resulta incompleta y sesgada. En este nuevo paradigma cultural no puede faltar ni el nombre ni la obra de Isabel  Oliver por haber sido pionera en abrir las puertas al  discurso de género en el arte valenciano. Y, por eso mismo, sacar de la sombra su trabajo artístico para darle la entidad y  relevancia que tiene,  es  tanto un merecido reconocimiento como una cuestión de justicia y de rigor académico.


[1] La transformación de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos en Facultad supuso un cambio cualitativo y cualitativo en las enseñanzas artísticas de Valencia. La Facultad de Bellas Artes está situada en el campus de Vera, en la Universidad Politécnica. Vid. Forriols, Ricardo, Los estudios artísticos, en sus modalidades creativas,  históricas y teórica, entre 1978 y 2008, en Los últimos 30 años del arte valenciano contemporáneo (I) Coord. Román de la Calle, Valencia, Col.lecció Investigació & Documents,  número 15, 2012.

[2] Pilar Roig es catedrática de Restauración de la Universidad Politécnica de València.

[3] Rosa Torres es una reconocida pintora valenciana.  

[4] Isabel Oliver es  artista, doctora en Bellas Artes y catedrática de Universidad. En la actualidad está jubilada y no ejerce docencia. 

[5] En el Fuero del Trabajo, Capítulo II, artículo 1, se señalaba: «En especial, prohibirá el trabajo nocturno a las mujeres y niños, regulará el trabajo a domicilio y liberará a la mujer casada del taller y de la fábrica ».

[6] Scott, J.W. (2000):”El género: una categoría útil para  el análisis histórico”. En Lamas, M. (comp.) (2000) El género. La construcción cultural de la diferencia sexual. México: PUEG/UNAM- Porrúa.

[7] https://www.tate.org.uk/whats-on/tate-modern/world-goes-pop [Fecha de consulta 2/10/2022]

[8] https://www.m-arteyculturavisual.com/2020/02/29/informe-mav-ferias-de-arte-2020/  [Fecha de consulta 2/10/2022]

[9]  Avanceña Villasol, Cecilia (2000):”Mujeres en el arte de los Estados Unidos: de Mary Cassat al movimiento pop”. En Creación artística y mujeres. Recuperar la memoria. Marián L.F. Cao (Coord.), Madrid, Narcea,p. 117.

[10] Beguiristaín Alcorta, Maite: “Los últimos 30 años (y algo más) del Arte Valenciano. Las cuestiones de Género” en  En torno a los útlimos años del arte valenciano contemporáneo (I)  Román de la Calle (coord.) València, Col.lecció Investigació & Documents,  número 20, 2014. En este artículo, Isabel Oliver aparece citada en el listado que añade al final del texto, op. cit. p.76.

[11] Muñoz López, Pilar (2003):  Mujeres españolas en las artes plásticas,  Madrid, Síntesis, p.308

Amparo Zacarés Pamblanco – Associaciò Valenciana de Crítics d´Art ( AVCA )

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