Marzo fue un mes para llevar el legado de María Zambrano ante un público diverso. En primer lugar en la Universidad Popular situada en el Palacio de Ayora y en segundo lugar, en el Conservatorio de Música José Iturbi ante estudiantes del IES Balears de la ciudad de Valencia. Dos fechas espaciadas en el tiempo pero aunadas en un sentir común hacia la filósofa. En ambos encuentros hubo un recuerdo para la ética de honda raíz de amor y de piedad, no sometida al imperativo kantiano, que a María Zambrano, según ella misma admitió, le hubiera gustado escribir.
Spinoza y Pascal, dos de sus filósofos preferidos, son el motivo de esta aspiración que quedó formulada en la metáfora del corazón, “un dentro oscuro y misterioso que en ocasiones se abre y da acogida a otras realidades”. En ese lugar se albergan los sentimientos, las más profundas certezas que saltan por encima de los juicios y de toda lógica formal, de todo lo que puede explicar la razón científica. Por ello, María Zambrano defiende ese logos sumergido en la poesía que no hay que descartar si se quiere llegar a una visión integral del ser humano, completa e integradora, donde los deseos, las representaciones confusas del entendimiento y las pasiones puedan tener cabida. Un logos que llamó razón poética.
La filósofa comparaba la poesía con la música. Para ella “cada pieza de música es una unidad y sin embargo solo está compuesta de instantes fugaces”. Con ello quería decir que el músico no necesitaba acogerse a ningún ser oculto e idéntico como hizo Platón para alcanzar la unidad y la visión de conjunto. Y ,de la misma manera, el poeta crea una unidad en su poema intentando con sus palabras1 apresar los diversos y dispersos instantes de la vida. De ahí su afirmación : “el poema es ya la unidad no oculta, diríamos encarnada”. Es en ese sentir de las cosas en el que se fundamenta la unidad más allá de la multiplicidad y heterogeneidad de las cosas.
Se trata de un sentir que escucha el latir del corazón, de las entrañas del ser, de la carne. En sus palabras, el sentir poético es un sentir musical que se escucha desde el interior, acompañado por el latido del corazón y con ayuda de los sentidos y sentimientos. La filósofa recuerda que el logos del poeta no se centra en el concepto, sino en las cosas que se nos presentan a diario, en la realidad cotidiana vivida. El poeta quiere llegar también a la unidad y a la verdad, pero no a la verdad del filósofo que excluye unas cosas u otras y da por válidas unas y otras no. La poesía apela siempre a una visión de conjunto pero no es nunca la visión de la que habla Platón, no es un a priori, sino un a posteriori que se percibe “en una especie de éxtasis cuando las cosas llegan a su plenitud”.
Por eso mismo la filósofa menciona la necesidad de recuperar el saber del corazón del que hablaba Pascal y que mora en las profundidades del ser, en el arte, en la poesía y en todo cuanto apela la necesidad de restaurar la vida en común. La metáfora del corazón es una llamada a prestar atención por lo concreto de la existencia humana, allí donde se encuentra un ser encarnado, vulnerable, que sufre y padece. En definitiva, recuperar la piedad, fortalecer la sensibilidad y sentirnos parte común de la Humanidad.