El 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia por ser esta la fecha en la que como tal fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidad en 2016. Desde entonces en torno a este mes se programan actos y jornadas que recuerdan las aportaciones científico-técnicas que las mujeres han tenido en la historia de la humanidad. Este es el caso de la exposición MUJERES DE CIENCIA que Dones en Acciò presenta en la Sala Manuela Ballester de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universitat de València. La muestra que tiene un carácter itinerante reúne un conjunto amplio de reconocidas científicas, fundamentalmente de finales del siglo XVIII y de principios del siglo XX, a través de 93 paneles que explicitan los descubrimientos e inventos que realizaron.
La finalidad de la exposición es mostrar que las mujeres han contribuido desde siempre al desarrollo de la ciencia y al impulso de la técnica en sus diversas especialidades. En la prehistoria el saber vinculado a la sanación y al cuidado de los enfermos estuvo en mano de ellas. En la Antigüedad fueron grandes astrónomas y matemáticas. En la Edad Media siguieron sanando con remedios naturales y concentraron en sus manos mucho de los saberes médicos de la época. Trágicamente su dominio del arte de curar hizo que se les persiguiera y se les condenara por brujería. Entre los siglos XVII y XVIII abrieron sus salones ilustrados para difundir la física moderna . Y ya en el XIX y el XX se interesaron por la química, la psicología, la sociología, la antropología y la ciencias de trasmisión computacional .
Han estado siempre ahí y han sido muchos sus descubrimientos. Sin embargo fueron no solo olvidadas sino sobre todo borradas de la historia de la ciencia, de ahí que no se les reconozcan sus méritos y que no aparezcan sus nombres ni en los libros de texto ni en los tratados académicos. Se habla de Pitágoras pero no de Teano, se menciona a Anaxagoras de Clazomene pero no a Hipatia de Alejandría, se recuerda a Asclepíos o a Galeno pero no Aspasia de Mileto o a Trotula de Salerno, se nombra a Aristóteles pero no a Hildegarda de Bingen, se subraya a Newton pero no a Êmilie du Châtelet, se destaca a Fleming y a Einstein pero no Williamina Paton ni a Mileva Maric. Esta situación debe cambiar dando el reconocimiento que merecen los referentes femeninos en la historia de la ciencia. En este contexto es preciso tener claro tres conceptos que lo han obstaculizado:
- Androcentrismo en el saber: se refiere al falso mito de la universalidad masculina del conocimiento por el que se ha considerado erróneamente que el saber solo lo detentan los varones.
- Criptoginia : se trata de un vocablo que fue creado y presentado hace casi un año por Begonya Pozo y Carles Padilla, ambos docentes de la Universitat de València y que ha sido aceptado por la Academia Valenciana de la Lengua. De raíces griegas, compuesto de ‘crypto’ (ocultar) y ‘gyné’ (mujer), significa la ocultación de los referentes femeninos y con ello designa una de las maniobras patriarcales más habituales que durante siglos ha utilizado un sistema cultural androcéntrico y que consiste en esconder, omitir o incluso borrar el talento de las mujeres en las artes y en las ciencias.
- Efecto Matilda : fue la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossister quien denunció la estructura de poder masculino que predomina en la comunidad científica internacional y acuñó en 1993 lo que se conoce ya como el «efecto Matilda». Un término que remite al texto del Evangelio de Mateo donde aparece la parábola de los talentos en la que se relata que los bienes, materiales e inmateriales, así como el prestigio social, se da antes a quienes ya lo tienen. Algo similar es lo que ocurre con las mujeres científicas, solo que al tratarse de mujeres el efecto Mateo recibe el nombre de efecto Matilda. Lise Meitner o Rosalind Elsie Franklin, pues a pesar de descubrir la primera la fisión nuclear y la segunda la estructura de la doble hélice del ADN, a quienes se les otorgó el Premio Nobel fue a sus colegas varones y no a ellas. Y lo mismo ocurrió con Mileva Maric-Einstein, Williamina Paton Fleming o Marthe Gautier.
En estos momentos en los que nos encontramos viviendo la Cuarta Revolución Industrial en la que las nuevas tecnologías son cruciales, no habría que olvidar que fue Hedy Lamarr quien inventó el wiffi. Es más, en el marco actual de pandemia habría que recordar también que la primera vez que se identificó una nueva familia de virus que reciben el nombre de coronavirus lo descubrió en 1962 una mujer, la viróloga, June Almeida.
En suma, reconocer el papel importante de las mujeres científicas es una cuestión de justicia de género que implica un cambio de paradigma para llegar a una visión completa y no sesgada de la historia de la ciencia. La exposición Mujeres de Ciencia es un buen ejemplo de ello, desmonta el androcentrismo y combate la criptoginia. Y, por su carácter itinerante, contribuirá allí donde vaya a dejarlo bien patente para que en la ciencia no se den nunca más las Matildas.
Montaje y Exposición.
Artículo dedicado a Pilar Guitart Pastor
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Creadoras: @alphalyraee_ y @ByyLara
Directoras y Productoras: Vega Medina Guaita y Lara Despaigne Zacarés