NO TAN INVISIBLES

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Las pasadas manifestaciones del 8 Marzo retomaron con fuerza la idea de sororidad. Para quienes no lo conozcan, el término sororidad está aceptado por la Real Academia de la Lengua Española (RAE) y viene a significar «la relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en su lucha por el empoderamiento». En esa línea, las asociaciones de mujeres en activo han contribuido a propiciar una cultura de igualdad para que ésta sea cada vez más real y efectiva. En estos casos se trata de una sororidad organizada que alienta la toma de conciencia ante las desigualdades y propone el debate para el entendimiento y el diálogo social. Además, a estas plataformas feministas, en la jornada reivindicativa del Día Internacional de la Mujer, se unieron miles de personas que, sin pertenecer a ninguna de ellas, apoyaron con su presencia la movilización programada en fecha tan señalada. De hecho, el feminismo encontró una respuesta mayoritaria en las calles de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Bilbao, Murcia, Palma, Santander, Toledo y Córdoba, entre otras ciudades más.

Aquel día, más allá de las divergencias surgidas en los últimos tiempos, hubo un sentir generalizado de lucha contra el patriarcado, contra la brecha salarial de género y todo tipo de inercias machistas. Se pudo comprobar que la agenda feminista sigue en pie, desafiando por una parte al negacionismo de la violencia de género que ha llegado a las instituciones y, por otra, al espejismo de la igualdad que erróneamente identifica la igualdad formal con la real. Pero ni todo está conseguido ni las reivindicaciones de las mujeres han dejado de ser necesarias. Por eso mismo, la imagen de tantas mujeres, de todas las edades, con una nutrida participación de jóvenes, puso un halo de esperanza ante la misoginia patriarcal reactivada que recorre Europa y otros continentes.

Desde luego persistir en la igualad de derechos entre mujeres y hombres no ha sido algo inmediato, ni fácil. En esta tarea numerosas pensadoras, escritoras y políticas nos han precedido y sus biografías han servido de ejemplo y guía. De resultas de estas referencias, las mujeres como sujeto de emancipación tienen su propia genealogía y han logrado mantenerse en pie luchando por una nueva visión del mundo más solidaria, más equitativa y más justa. Gracias a su legado el movimiento feminista ni está comenzando, ni vive en la orfandad. Y a quienes dicen, a modo de burla y escarnio, que solo somos cinco o seis, ha de pesarles que seamos cada vez más y mucho menos invisibles.

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