OPPENHEIMER Y EL EFECTO MATILDA

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Lise Meitner en la Cámara Wilson permanente en el Atomarium del Museo Técnico el 30 de enero de 1953

Dedicado a Carmen Morant Zacarés
Catedrática de Física Aplicada, Universidad Autónoma de Madrid, experta en Lise Meitner

La última película de Christopher Nolanha traído a la actualidad el nombre de Lise Meitner.  Esta científica fue quien descubrió  la  fisión nuclear que hizo posible crear la bomba  atómica. En el film no se hace ninguna referencia a su figura dado que se opuso a que su descubrimiento se empleara para desarrollar armas nucleares con fines bélicos. Además, a pesar de haber sido invitada a participar en el Proyecto Manhattan que lideró J. Robert Oppenheimer, declinó hacerlo y no estuvo en los Alamos. Hasta aquí puede entenderse su ausencia en la narrativa fílmica, no así el tratamiento de otras científicas que sí colaboraron y que el director omite o diluye entre los protagonistas varones que sobresalen y toman nitidez como científicos. Es lo que se conoce como el «efecto Matilda» que la historiadora de la ciencia, Margaret W. Rossister, acuñó en 1993 para denunciar la estructura de poder masculino que predomina en la comunidad científica internacional  y en donde el talento  de las científicas no  ha sido considerado como merece.

Este nuevo concepto remite al texto del Evangelio de Mateo y a la parábola de los talentos  que relata que los bienes, materiales e inmateriales, al igual que el prestigio social, se da antes a quienes ya lo tienen. Algo similar es lo que ocurre con las mujeres científicas  al cumplirse en ellas  esta parábola que dice «a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene» (Mt.25,14-30). De tal modo que la fama llama a la fama solo que, al tratarse aquí de mujeres, el efecto Mateo recibe el nombre de efecto Matilda. En otras palabras, Rossister desveló la existencia de las “Matildas” que son aquellas científicas cuyos logros  se han atribuido a sus colegas masculinos. Se trata de una tendencia habitual cada vez más evidente en la ciencia contemporánea donde el trabajo en equipo es crucial. Y ocurre así porque quienes dirigen los proyectos de investigación suelen ser varones y son ellos quienes reciben las recompensas y los premios. De este modo, quedan sin nombrar muchas de las mujeres que han participado en tales proyectos, aún cuando la autoría del descubrimiento se deba inicialmente a ellas. Este fue el caso de  Lise Meitner a quien se debe la autoría del descubrimiento de la fisión nuclear. A pesar de todo, solo Otto Hahn recibió el galardón del premio Nobel y ella sufrió agravios y desconsideraciones.

No resulta extraño, pues, que la película de Nolan, contextualizada durante los entresijos políticos del final de la Segunda Guerra Mundial, esté protagonizada solo por científicos. Así junto a la presencia obvia de J. Robert Oppenheimer y Albert Einstein,  desfilan   Niels Bohr, Werner Heinseberg, Edward Teller,  Ernest Lawrence, Enrico Fermi y Patrick Blackett entre otros físicos más. No parece posible otro relato cuando, en la historia de la ciencia y en la historia en general, ha predominado el paradigma androcéntrico en el que sobresale el individuo superdotado de mente genial como un sujeto ontológicamente masculino.  En consecuencia, las mujeres científicas quedan difuminadas, estuvieran o no en el centro de operaciones donde se desarrolló la bomba atómica. No aparecen ni Lise Meitner que, es cierto, no estuvo allí pero tampoco aparece Elda Emma Anderson que sí estuvo y que fue la primera persona en obtener una muestra pura de uranio. Al menos, si se deja ver a Lili Hornig, la química experta en explosivos que investigó sobre plutonio. En cualquier caso, las cuatro figuras femeninas que de manera coral envuelven la vida de Oppenheimer son presentadas como  un apéndice de su biografía y, a pesar de tener una vida académica propia, su papel se reduce al de ser su esposa (Kitty Oppenheimer), su cuñada (Jackie Oppenheimer), su  amante (Jean Tatlock) o su amiga  (Ruth Tolman).

Más allá del trabajo actoral de Cillian Murphy, del dilema moral de su personaje y de los efectos especiales creados a propósito, hay que reseñar que la película Oppenheimer (2023) trasmite la idea de que la ciencia es una actividad hecha por varones donde  tienen escasa cabida las contribuciones de las mujeres científicas.  De ahí que se hayan levantado voces  para recordarlas.  Fueron muchas las científicas que estuvieron en los Alamos y que  Christopher Nolan mantienen en la sombra.  Todo lo contrario a lo que Theodore Melfi hizo al dirigir la película Figuras ocultas (2016) en la que llevó al público espectador la historia real de Katherine G. Johson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, las tres grandes matemáticas afroamericanas cuya labor fue fundamental para la carrera espacial de la NASA. A ellas tres también les alcanzó el «efecto Matilda». Por eso mismo es de destacar que la película de Melfi visibilizara y recreara  artísticamente cómo en las investigaciones científicas han trabajado en equipo mentes brillantes de mujeres y hombres. La película de Nolan puede resultar más o menos interesante para abordar el holocausto atómico de Hiroshima y Nagasaki pero no rompe con el falso mito del universalismo masculino en la ciencia y, en ese sentido,  suscita todo tipo de reticencias ante la urgencia de un cambio epistemológico donde no se den más “Matildas”.

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