Razón poética y política

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Seminario «Filosofía política para el siglo XXI»

Dirigido y moderado por Enrique  Herreras.   Unidad Docente Filosofía Moral, Política y Social.                                                   .         
Libro para el debate: “María Zambrano. Filosofía de la generación del 27” (Ediciones Antígona), de Rosa Mascarell-Dauder  y Amparo Zacarés-Pamblanco.

Sala de Juntas de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación UV. Viernes 21 de enero de 2022.

María Zambrano fue la única filósofa de aquel grupo de mujeres, entre escritoras y artistas, vinculadas a los ideales políticos de la República española de 1931 y  a quienes  hoy se las conoce con el apelativo de las Sinsombrero. Puede decirse que  os de sus obras exponen de manera explícita su ideas políticas  como Horizonte del liberalismo (1939) y Persona y Democracia (1958), aunque  en toda sus textos  se desliza su  voluntad de pensar una sociedad que recupere el sentido de comunidad y la dignidad de la persona. Ese hilo conductor por restaurar la vida en común se observa también en obras posteriores como La tumba de Antígona (1967), Los bienaventurados (1979) o Para una historia de la piedad: una historia sacrificial (1989). En realidad, ella misma confesaba que lo que realmente  hubiera querido hacer era una ética, tal  como deja constancia en una de las cartas que le  escribe a Alfons Roig desde el exilio. Ahora bien, se trataría de una ética que no tiene nada que ver con el intelectualismo moral de Platón o el imperativo categórico de Kant. Se refería, más bien, a una ética basada en el amor y en la entrega, una ética que participaría de la filosofía de Spinoza que fue uno de sus filósofos predilectos y al que tildaba como «un diamante de pura claridad» en clara oposición a Descartes.

Ya en 1934 en Hacia un saber del alma, reclamaba atención a aquellos saberes del corazón de los que había hablado  Pascal y que moran en las “entrañas del ser”. Se refería a aquellos saberes que proceden de la poesía, del arte y de todo aquello que tienen en común las religiones. Se trata de aquellos saberes que fueron desestimados por el idealismo y el racionalismo y que ella quiere recuperar.  Son saberes experienciales que ayudan a afrontar el padecer humano y ofrecen una visión integral de la persona al contemplar sus deseos, sus pasiones, sus temores y sus sentimientos. En definitiva, una visión que había abandonado la filosofía y la metafísica europea al reducir las cuestiones del alma y de la psique a meras cuestiones científicas. Sin embargo para  la filósofa  es en el alma donde sentimos la comunidad y la comunicación y así lo deja escrito en  su obra de carácter  autobiográfico Delirio y Destino  (1953). Es más, «perder el alma es perder el tiempo en común» y es entonces  cuando el corazón se queda a solas con su latir. 

A su entender «lo más terrible del tiempo es sentirlo a solas», el caso es «marchar en común » o también « marchar juntos». En otras palabras, apela a esa luz interior que  nace del corazón y que más que fuego es una llama tenue que ilumina parpadeando.  Es esa luz  interior la que puede descubrirnos nuevos poros de la realidad y puede ayudarnos a comprender de otra manera la experiencia subjetiva y colectiva. Sus palabras pueden ser un buen referente si pensamos, sobre todo, que la crisis económica y sociopolítica contemporánea no es más que el reflejo de una forma intelectualista de entender el mundo de lo humano. En una coyuntura como la que estamos viviendo, la filosofía de María Zambrano nos anima a recordar quienes fuimos, quienes somos y en quienes nos hemos convertido. Su obra, como  crítica a la razón clásica y  a  la razón instrumental  del positivismo,  que nos ha llevado a situaciones desalmadas e infernales, habría que recuperarla  con la esperanza de recomponer la vida en común con una mayor y mejor  imaginación social y de esta forma  poder a ordenar  con criterios más piadosos nuestras prioridades  sociales.

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