Tuve la ocasión de participar en la presentación de la adaptación teatral de esta obra, llevada magistralmente a escena por la actriz Clara Sanchis, en la tertulia que tuvo lugar en el Fórum FNAC de Valencia el 6 de noviembre de 2017. En la mesa estaban la misma Clara Sanchis, la también actriz Rosa Pastor y yo,en representación del Instituto Universitario Feminista Purificación Escribano de la UJI. Moderó la tertulia la periodista Mariola Cubells de la Ser. Aquel día el público estuvo expectante y acogedor y fue igual de cálido y cómplice el que días después acudió a la Sala Olympia donde se representaba la obra. El monólogo que ejecuta Clara Sanchis sobre el escenario, interpelando a los espectadores o bien volviendo sobre sí misma, hundiéndose en sus reflexiones que son las que se hizo la autora del texto en 1928, arrancaron las ovaciones de los asistentes.
La obra no ha perdido actualidad. En relación a esto me gustaría recalcar el acierto de haber llevado al teatro esta obra de marcado carácter feminista y recordar que Virginia Woolf (Londres 1882 – Sussex 1941) es una de las grandes escritoras de habla inglesa del siglo XX. En literatura rechazó el realismo y utilizó técnicas narrativas similares a las de Proust y Joyce. Su características esenciales como escritora se refieren a la economía del lenguaje, la palabra exacta, la solidez argumental y una fina sensibilidad con la que trata el transcurso del tiempo en los personajes que crea. Su obra en general ofrece un conjunto de textos (novelas, relatos breves, ensayos críticos) en los que aboga por el feminismo.
Destacan Al faro, Las olas y Orlando aunque Una habitación propia1, el texto que hoy nos reúne en este foro, sobresale por ser el libro en que Virginia Woolf reivindicó la igualdad e independencia económica para las mujeres. Se trata de una obra en la que reconoce la necesidad de un proyecto vital para las mujeres que vaya más allá de la servidumbre doméstica y de la maternidad. En ese sentido, denunció el sistema que recluye a las mujeres en el ámbito de lo privado, basado en un reparto de poder desigual entre hombres y mujeres. En suma, este libro se convirtió en un texto programático del feminismo al incidir en la necesidad de empoderar a las mujeres en los espacios domésticos donde el patriarcado es más recalcitrante. Por esto mismo quisiera detenerme en explicar cómo Virginia Woolf en Una habitación propia fue quien mejor nos ayudó a entender la lógica del patriarcado. Intentaré resumirlo.
A menudo escuchamos la pregunta siguiente: ¿Por qué los hombres consideran que las mujeres son inferiores a ellos?. Cuando lo primero que hay que tener en cuenta es que esta pregunta está mal formulada y que se trataría de preguntarse más bien : ¿Por qué los hombres necesitan sentirse superiores a las mujeres?. De hecho cuando un grupo social insiste tanto en la supuesta inferioridad del otro, no está preocupado por la inferioridad de los demás sino por defender su propia superioridad y poder. La furia y la violencia con la que los hombren afirmas que las mujeres son inferiores a ellos, indica el miedo a perder el poder.
En todo ello, hay una explicación psicológica. Todos los seres humanos tenemos limitaciones y sabemos de nuestra incapacidades. Este sentimiento de insuficiencia se conoce como complejo de inferioridad y aparece en la infancia cuando uno toma conciencia de su debilidad natural. El niño, cuando le obligan a hacer lo que no quiere o le impiden hacer lo que quiere, percibe que se encuentra en una situación de inferioridad con respecto al padre, a la madre, al adulto en general. Todos, hombres y mujeres, pasamos por ese sentimiento de inferioridad y necesitamos tener confianza en nosotros mismos para afrontar las dificultades de la vida. Pero no todos pueden dominar su sentimiento de inferioridad y la necesidad de compensación se satisface con comportamientos violentos convirtiéndose en seres soberbios y déspotas.
A ambos sexos nos cuesta mucho vivir porque la vida es una lucha perpetua, una continua carrera de obstáculos. La confianza en nosotros mismos y en nosotras mismas es necesaria para hacerles frente y seguir adelante. Ahora bien una manera rápida de desarrollar esa confianza en nosotros mismos es pensando que los demás son inferiores. Así lo explicaba Virginia Woolf que fue la primera en señalar la importancia que para el patriarca, que debe dominar y gobernar, tiene ese mecanismo, el de creer que un gran número de personas, la mitad del género humano, las mujeres, son inferiores a él:
Para ambos sexos- ……- la vida es ardua, díficil, una lucha perpetua. Requiere un coraje y una fuerza de gigante. Más que nada, viviendo como vivimos de la ilusión, quizá lo más importante para nosotros sea la confianza en nosotros mismos. Sin esa confianza somos como bebés en la cuna. Y ¿cómo engendrar lo más de prisa posible esta cualidad imponderable y no obstante tan valiosa?Pensando que los demás son inferiores a nosotros. Creyendo que tenemos sobre la demás gente una superioridad innata,… (Woolf, 1986: 50)
Desde siempre, dice Virginia Woolf, las mujeres han alimentado la vanidad masculina. Ellas han sido durante siglos espejos en los que los hombres podían verse aumentados, reflejados de tamaño doble al natural . Es esa lógica patriarcal la que desvela en Una habitación propia. Si tienes alguien a tu lado al que consideras inferior es fácil sentirte superior. Por eso a los hombres sexistas les resultan imprescindibles las mujeres aunque no puedan opinar, ni pensar, ni tener estudios, ni ejercer trabajos cualificados, porque de ser así el efecto mágico del espejo no funcionaría y no se verían grandes ni se sentirían superiores:
Sea cual fuere su uso en las sociedades civilizadas, los espejos son imprescindibles para toda acción violenta o heroica. Por eso, tanto Napoleón como Mussolini insisten tan marcadamente en la inferioridad de las mujeres, ya que si ellas no fueran inferiores, ellos cesarían de agrandarse. Así queda en parte explicado que a menudo las mujeres sean imprescindibles a los hombres (Woolf, 1986: 51).
Si Virginia Woolf hablaba de espejos es porque necesitamos el reconocimiento de los otros para saber de nosotros mismos, para que nos devuelven nuestra imagen, de otra forma no podríamos vernos ni entendernos. El otro es un espejo donde nos vemos. En ese tipo de poder patriarcal que el hombre ejerce, la mujer está creada a su imagen y semejanza para lograr que se sienta poderoso, importante, superior , por eso las virtudes que se le suponen a las mujeres son la entrega, la abnegación, la sensibilidad, la paciencia y la generosidad:
La imagen del espejo tiene una importancia suprema, porque carga la vitalidad, estimula el sistema nervioso. Suprimidla y puede que el hombre muera, como el adicto a las drogas privado de cocaína. La mitad de las personas que pasan por la acera, pensé mirando por la ventana, se van a trabajar bajo el sortilegio de esta ilusión (Woolf, 1986:52).
De ahí que la obra de Virginia Woolf fuera crucial para los movimientos feministas de emancipación que en la mitad del siglo pasado, se concentraron en desvelar que la desigualdad entre hombres y mujeres responde a una construcción social, el patriarcado, que funciona como sistema de dominación del varón sobre las mujeres a todos los niveles y en todos los ámbitos. La igualdad, que fue el concepto vindicativo desde las primeras olas del feminismo, se encuentra reivindicado en esta obra publicada en 1928. De ahí la importancia de este texto que con tanto acierto nos recuerda cómo el machismo, sustentado en la pretendida superioridad del varón sobre mujer, mata y ahonda en la denominada brecha de género. Las palabras de Virginia Woolf son desde entonces una guía, un mensaje de esperanza y de empoderamiento para que las mujeres demanden un sistema de libertades, civiles y políticas, equiparable al de los hombres, presentando al feminismo como una cuestión esencial de justicia social básica.
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1 Woolf, Virginia (1986), Una habitación propia,Barcelona, Seix Barral
Amparo Zacarés Pamblanco
Insituto Universitario Feminista Purificación Escribano
Universitat Jaume I – Castellón