Volver a empezar

publicado en: género, igualdad, patriarcado | 0

Artículo publicado en el LEVANTE – EMV el día 21/01/2021.

Ya son recuerdo las comidas y las cenas de finales y principio de año y todo vuelve a empezar. En esas celebraciones en las que la gastronomía dominaba la conversación, se desplegaron sobre la mesa familiar los más variados guisos, postres y dulces típicos. Todo dentro de la situación atípica que se vivía debido a las circunstancias impuestas por la covid-19. De manera excepcional, en esos días festivos pueden colaborar en la cocina todos los componentes de la familia. Pero una vez recuperada la rutina, la necesidad diaria de transformar lo crudo en cocinado vuelve a ser una tarea de la que se ocupan más las mujeres que los varones. En Europa, el 79 % de las mujeres cocinan y/o realizan diariamente las tareas domésticas y de cuidado. Es un hecho constatado en base a los datos que ofrece la Oficina Estadística de la Unión Europea y que pueden consultarse en la web Eurostat. Unos indicadores que, con independencia de las comparaciones que puedan hacerse entre países, muestran que la dialéctica entre trabajo y familia, actividad intelectual y cocina, sobrecarga con una doble jornada laboral a las mujeres que en su mayoría trabajan fuera y dentro de casa.

De hecho, las actividades culinarias se integran dentro de un sistema de relaciones que perpetúan los roles de género. Son las mujeres quienes padecen la fatiga de Sísifo al arrastrar el peso de las tareas domésticas y recomenzar a diario los quehaceres cotidianos de la casa. Entre ellos, el de cocinar es fundamental por ser prioritario para el mantenimiento de la vida. Ese eterno retorno diario las hace desaparecer como sujeto y estar a disposición de los demás, descuidando sus propias aspiraciones personales y profesionales. Enferman de un malestar que, como ya señaló Betty Friedman en su libro ‘La mística de la feminidad’, no tiene nombre. Es cierto que hoy esa situación se ha hecho algo más visible pero aún queda mucho que cambiar y aprender para organizarnos cotidianamente de manera equitativa, corresponsable y justa.

Las estadísticas hablan por sí solas pero corren el riesgo de darnos una fotografía demasiado impersonal de este problema. Por eso, otra forma más íntima de desvelarlo procede del registro del arte y de aquellas obras que han hablado de este padecer como elemento central y significante. En esa línea encauzan sus trabajos Las Mitocondria, equipo artístico formado por las artistas María Ángeles Vila y Alicia Herrero. Su creatividad se inspira en la vida doméstica, en los cuidados intergeneracionales y en todo lo que permanece silenciado y oculto en el espacio privado de la casa. Su obra ‘Cultura doméstica’ sirve para impulsar el debate y acercarnos de forma más genuina a los aspectos sociológicos de la desigualdad entre los sexos. El pasado 8 de enero, participaron en el proyecto Demasiado Mujer de la agencia Theserious con una obra de soporte videográfico en la que aparece la madre de Vila. Rafaela es una señora de avanzada edad que, sentada ante la mesa del comedor y con un plato delante, se dedica a cortar las vainas aplastadas de las judías verdes que servirán luego para ser cocinadas. Al mismo tiempo, la voz en ‘off’ de Herrero relata quién es esa mujer que representa a todas y a tantas otras mujeres de su edad. Así se escucha que esa mujer que sonríe a la cámara mientras realiza la tarea de preparar la comida, trabaja como directora ejecutiva de un relevante y próspero proyecto profesional: su familia. Es una mujer experta en gestión de recursos humanos, en consultoría, en relaciones públicas y en gestión financiera. Es la figura de la madre la que se nos revela, con la valía merecida, como toda una emprendedora de la cultura doméstica.

De este modo, Las Mitocondria desvelan la desigual distribución del trabajo doméstico en función del sexo e inciden también en la falta de consideración que reciben las tareas realizadas por las mujeres y que al no ser valoradas influyen de manera negativa en su autoestima. Proyectos artísticos como éste, son necesarios para poner rostro y verdad a un sistema desigual de relaciones que tiene su centro en la cocina de la casa. Mientras que el aura de prestigio la recibe el chef que es una figura mediática ocupada mayoritariamente por varones, a las mujeres que cumplen a diario el imperativo biológico de alimentar a la familia, no se les da el mérito que merecen. Por este motivo, cuando se habla de la nueva normalidad como un diseño social post pandemia, casi nadie repara que al respecto poco habrá de novedoso para la mayoría de las mujeres. En definitiva, visibilizar esta situación de desigualdad y educar a ambos sexos en la corresponsabilidad y en el cuidado de la familia, son retos políticos urgentes que no han de descuidarse ni minimizarse.

Dedicado a Amparo Pamblanco Gil, mi madre. In Memoriam

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