La vacuna contra la violencia de género es la educación

Entrevista À punt

Llegaron puntuales a las diez de la mañana. Ana Moure y Ana Lloret, periodista y cámara de À punt (televisión y radio), llamaron y subieron a casa donde comenzamos la entrevista. De ellas, fue Ana Moure quien, el día anterior, había contactado conmigo para aportar algo de análisis y no solo quedarse con la noticia del incremento de crímenes machistas que, en los últimos días, sumaba ya seis mujeres y un menor como víctimas de violencia de género.

Han pasado dieciséis años desde que publicaste el libro y aún se sigue cuestionando el concepto «violencia de género» ¿Crees que hemos avanzado en algo?

La violencia contra las mujeres por el hecho de serlo es una evidencia dramática. Las víctimas tienen nombre de mujer y los agresores son siempre varones. Se trata de un tipo de violencia específica, física, sexual y psicológica que se ejerce sobre la mujer por el hecho mismo de ser mujer. Es un tipo de violencia estructural que atraviesa todos los ámbitos, el privado y el público. La violencia de género es, en realidad, un problema de Estado y de salud pública que afecta al bienestar de la sociedad entera como declaró la OMS en 1996. Pero sobre todo hay que entender que no es algo anacrónico, sino que está pasando hoy en nuestros días y que se debe a las inercias machistas heredadas del patriarcado las que acaban con la vida de las mujeres.

Ahora bien, si me preguntas si hemos avanzado, te diré que sí, el concepto de violencia de género ya está extendido y reconocido internacionalmente, impulsando políticas públicas de prevención y de erradicación de esta lacra social. Lo que sucede es que a cada acción le sigue una reacción y, por lo mismo, a cada avance hacia la igualdad entre mujeres y hombres, le sigue una reacción de revancha y resentimiento patriarcal que se conoce como backlash patriarcal. Por eso no nos debe extrañar que la barbarie patriarcal haya repuntado en forma de actos vandálicos, de amenazas e insultos en las redes, o del incremento de la violencia contra las mujeres en todas sus modalidades.

Pero, a mi entender, estos actos delictivos, incívicos e irrespetuosos son el mejor indicador y exponente del avance de las mujeres en su lucha por alcanzar la igualdad de derechos, de oportunidades, de trato y de reconocimiento. El feminismo es ya un movimiento imparable e irreversible que avanza hacia lograr la plena humanidad de las mujeres en igualdad con los hombres. No hay vuelta atrás y los logros del feminismo son avances de la humanidad.

Estás revisando y ampliando el libro que escribiste hace dieciséis años para divulgar el concepto «violencia de género» ¿Qué cambios vas a introducir en «esta revisión?

El libro lo escribí para divulgar ese concepto entonces novedoso y que se generalizó, tras la IV Conferencia sobre la Mujer en Beijing en 1995, con el término anglosajón «gender violence». El libro se publicó en 2005, un año después de que en España se promulgara la Ley Orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género. Por aquel entonces, mi alumnado y también mi hijo eran población adolescente, y consideré importante divulgar, en las aulas y fueras de ellas, ese concepto que marcaría un antes y un después en las políticas públicas globales contra la violencia machista. Tres años después, en 2007, se promulga la Ley Orgánica para la Igualdad efectiva entre mujeres y hombres y desde entonces los logros y las deficiencias de la Ley contra la Violencia de género se analizan en conjunto con la ley de Igualdad. Por razones obvias, todo lo relativo a la ley de Igualdad no aparece en el libro y por eso en esta revisión ampliada hago hincapié y presto mucha atención a esta ley. No hay que olvidar que la desigualdad histórica con la que se han construido las relaciones entre los sexos es la causante de la violencia de género. A mayor desigualdad, mayor violencia de género. Es preciso comprender que las dos leyes orgánicas se complementan y esa línea estoy trabajando en la revisión del libro.

Pero también me refiero a cómo desde 2015 la ley reconoce a los menores que sufren la violencia vicaria del maltratador, como víctimas de violencia de género. O que desde 2019 en los protocolos policiales se incluyan preguntas relativas a si los menores han sido amenazados por los agresores. O también menciono el Convenio de Estambul que es el Convenio del Consejo de Europa sobre la prevención contra la violencia de género que entró en vigor en 2014. En realidad, hay mucho que añadir, ya que desde 2005 hasta hoy, ha llovido mucho como suele decirse.

Si tuvieras ahora un hijo o una hija en edad escolar ¿Cuándo y en qué términos les hablarías sobre este tipo de violencia?

Introduciría la formación para la igualdad en la edad más temprana. La práctica coeducativa y la formación para la igualdad tendría que dirigirse a los niños y a las niñas de primaria y a jóvenes de ambos sexos en secundaria. La igualdad no tendría que ser solo un principio programático del Proyecto Educativo de Centro (PEC) sino que tendría que ser un objetivo didáctico incluido en el proyecto curricular de centro (PCC) en forma de referentes femeninos en los libros de texto donde aparecieran las contribuciones de las mujeres en la historia de la cultura, de las ciencias y de las artes; en el uso del lenguaje inclusivo a nivel diario y administrativo; en el uso coeducativo de los espacios como en los patios inclusivos. La formación en la igualdad tendría que extenderse a toda la comunidad educativa, al alumnado, al profesorado, al personal no docente de centro, a las familias.

Pero además no se trataría solo de un aprendizaje teórico pues no basta únicamente con aprender el concepto de igualdad, sino que hay que aprender una serie de habilidades comunicativas y sociales para resolver los conflictos con enfoque de género de manera no violenta, sino mediante la empatía y asertividad. Hay que tener en cuenta que conceptualizar no es solo un ejercicio intelectual, sino también un ejercicio de coherencia ética y de inteligencia emocional. No basta solo con aprender el concepto de asertividad, por ejemplo, también es necesario aprender a serlo. Por eso mismo, la metodología que se emplee para formar en la igualdad debe constar de actividades teóricas y otras de tipo metacognitivo, solo así se puede generar una disposición de carácter e interiorizar una actitud de respeto y diálogo para resolver las desavenencias con enfoque de género.

Finalmente, ¿qué crees que está fallando en la lucha contra la violencia de género?

Creo que hay que dedicar más recursos para la prevención y protección de las víctimas de la violencia de género, pero pienso también que el foco hay que empezar a ponerlo en el victimario y no solo en la víctima. Hace poco escribí, en uno de los artículos de opinión que publica el periódico Levante, que los hombres que son capaces de asesinar a sus parejas, exparejas o a su descendencia, son el producto de una socialización de género machista pero que no están ni enfermos ni están locos. Son individuos libres, tienen intención de hacer daño y son conscientes de lo que hacen por abominable que sea.

Por eso es urgente plantearse que no solo las mujeres maltratadas necesitan ayuda y han de aprender a protegerse y a descubrir de dónde procede el sentimiento de culpa y la baja autoestima que tienen de ellas. También los maltratadores deben aprender a cuestionar la educación y socialización machista que han recibido y saber las consecuencias delictivas que pueden traer esas inercias sexistas que tienen asumidas y que les hace entender erróneamente que la masculinidad es el sometimiento, control y posesión de las mujeres.

No hay que poner el foco solo en la víctima sino también en el victimario. No hay que pensar que la violencia de género es un problema que atañe solo a las mujeres. La violencia es un tipo específico de violencia que se ejerce sobre las mujeres, pero la agresión la cometen los hombres. Por eso hay que empezar a enfocar bien y a centrarse no solo en el sujeto pasivo del delito que son las mujeres sino también en el sujeto activo que son los hombres.

Hay que poner todo el énfasis en que no habría víctima sin victimario y que es preciso corregir las circunstancias educacionales y culturales que configurarán al maltratador. La vacuna contra la violencia de género es la educación. Dicho de otra forma, no hay que quitar importancia a las leyes que son necesarias, pero no suficientes porque en esencia los auténticos cambios sociales son siempre educativos.

Muchas gracias

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