SACAR A LA LUZ

Las manifestaciones feministas se cumplieron la semana pasada coincidiendo con el «Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer». Como se sabe, el 25 de noviembre de 1960, tras sufrir tortura, fueron asesinadas en la República Dominicana las tres hermanas Mirabal por defender los valores democráticos y oponerse al régimen de Trujillo. A Minerva, Patria y María Teresa se les conocía popularmente con el sobrenombre de las Mariposas y  es a ellas a quienes se recuerda como símbolo de lucha contra la violencia machista. Sin embargo, cuando se pone el foco únicamente en las marchas reivindicativas, se desdibuja todo el activismo que emerge a lo largo del mes de noviembre. Por eso quisiera poner en valor los testimonios de las mujeres que han sufrido violencia de género, máxime cuando son muchas las ocasiones en las que como víctimas todavía reciben una inadecuada atención por parte del Estado y del sistema de justicia.

El pasado viernes, en el hall de la Facultad de Medicina y Odontología de  Valencia, me encontré con Itziar Prats e Isabel Gallardo. Isabel es la  creadora e impulsora de la campaña de sensibilización que bautizó como «El latido de las mariposas»  y que da a conocer el porqué de esa fecha tan significativa. Ella misma cuenta que el detonante de su iniciativa fue el asesinato de dos niñas, Nerea y Martina, en Castellón. El parricida las mató al burlar la orden de alejamiento que pesaba sobre él. Itziar, la madre,  se unió a Isabel cuando supo del proyecto y  del grupo de voluntarias que tejen mariposas violetas de ganchillo para repartirlas en aquellos foros a los que acuden y en donde trasmiten la necesidad de coeducar para que niñas y niños aprendan a tratarse bien como iguales. Unidas, Isabel e Itziar, componen un tandem veraz contra la violencia vicaria que es aquella en la que el maltratador  atenta contra su propia descendencia y deja viva pero herida de muerte a la mujer. Desde luego, no hay consuelo que pueda darse a una madre  que ha perdido tan trágicamente a sus dos hijas pero quizás mitigue un poco su dolor saber que su caso supuso un punto de inflexión en los protocolos policiales y que desde 2019 se incluye la pregunta sobre si los menores han recibido algún tipo de amenazas por parte de la pareja o ex pareja de las mujeres que denuncian.

Más tarde, ese mismo viernes, se presentó en Gandía, en la Casa de Cultura Marqués de González de Quirós, el libro titulado «Más Luz. Testimonios de mujeres víctimas de violencia machista», del que es autora Rosa Mascarell Dauder. El texto transcribe el relato de un total de seis mujeres maltratadas y ninguna de ellas pertenecen a una clase social marginada, sin recursos y sin estudios.  Por ello, el libro ayuda a  deshacer tópicos y a comprender que la violencia de género es una violencia estructural que se ejerce sobre las mujeres por el solo hecho de serlo. La única condición para sufrirla es haber nacido mujer y la padecen mujeres de todas las edades, de todos los países, de todas las clases sociales y de todas las religiones. De ese tipo de violencia sistémica que se ejerce, tanto en el ámbito privado, laboral como público, da cuenta la autora que tan acertadamente hilvana sus reflexiones y anotaciones con los testimonios de las mujeres entrevistadas.

Ya el sábado en la Casa Museo Mayans de Oliva, Gema y Mónica del Rey Jordá, conocidas como Art al Quadrat, en el Acto homenaje a las mujeres represaliadas por el franquismo en la Safor, hablaron de la perfomance que, como artistas visuales, realizaron en Sagunto en noviembre de 2017.

Ellas mismas se raparon las cabezas y recorrieron el mismo paseíllo de quienes fueron sacadas de su casa y rapadas en  público para escarnio y castigo por  tener familia republicana,  por auxiliar a los heridos o por haber asistido a los ateneos libertarios. El público  escuchó las investigaciones realizadas  y pudo comprobar que no se trató de un hecho aislado sino de una violencia sistemática que se extendió por toda España.

El poder que con impunidad se ejerció sobre el cuerpo doliente de aquellas mujeres es un tipo más de  esa violencia sexista que  ve a la mujer como botín de guerra y que, en términos de biopolítica, buscaba el control de las supervivientes para que modelasen y administrasen  sus vidas  según el modelo de la sociedad creada por los vencedores. El momento más sobrecogedor fue cuando las familias de aquellas mujeres vejadas, en pie y en voz alta, las nombraban y las recordaban. Actos como éstos hacen falta para la reparación y restitución  de la memoria de las víctimas y de sus familias. Pero, sobre todo son necesarios para que, después de tanto años oscuridad y ocultamiento, pueda sacarse a la luz una cultura democrática en clave de género.

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